Carlos (62 años), guía turístico: «Hacer el Camino de Santiago en verano es un error de novato». Revela por qué septiembre es el único mes que merece la pena

El error más común que cometen los peregrinos primerizos y que puede arruinar por completo su experiencia en la ruta. Por qué el clima, los paisajes y la masificación convierten un mes concreto en la opción indiscutiblemente ideal.

Hacer el Camino de Santiago en pleno agosto es una de las decisiones más extendidas, pero según los que de verdad saben, también una de las más equivocadas. Cada año, miles de personas se lanzan a la aventura bajo un sol de justicia, sin saber que existe una alternativa infinitamente mejor, y la masificación estival convierte la experiencia en algo completamente diferente a lo que habían imaginado. ¿Y si te dijeran que el verdadero espíritu del Camino solo se revela en un mes concreto?

La voz de la experiencia, como la de Carlos, un guía que lleva media vida recorriendo sus senderos, es clara y contundente al respecto. No se trata de una simple preferencia personal, sino de una conclusión basada en años de observación y en acompañar a cientos de personas en su peregrinación a Santiago, donde septiembre emerge como el mes que lo cambia todo, ofreciendo una cara de la ruta que la mayoría desconoce por completo.

EL VERANO, ¿UN FALSO AMIGO DEL PEREGRINO?

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Puede que la idea de caminar con el sol del verano suene idílica, pero la realidad es muy distinta cuando te enfrentas a etapas de más de veinte kilómetros. Recorrer el Camino bajo un calor asfixiante no solo es agotador, sino también peligroso, pues las altas temperaturas merman la energía y aumentan el riesgo de deshidratación y golpes de calor. Es una lucha constante contra los elementos que te impide disfrutar del paisaje y de la introspección que buscas.

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Pero el calor no es el único enemigo. La otra cara de la moneda del verano es la saturación de gente, que transforma la experiencia del peregrino en una especie de competición. La tranquilidad se desvanece entre el bullicio y la prisa de la mañana, ya que la lucha diaria por una cama en los albergues desvirtúa el espíritu de camaradería y hospitalidad. El Camino de Santiago pierde así gran parte de su esencia, convirtiéndose en una yincana logística.

SEPTIEMBRE: EL SECRETO MEJOR GUARDADO DEL CAMINO

Cuando agosto se despide, el sendero milenario respira aliviado y muestra su mejor versión, una que muy pocos se atreven a descubrir. El sol ya no castiga, sino que acaricia, y caminar se convierte en un auténtico placer, porque los días son todavía largos pero con una temperatura mucho más amable para el cuerpo y el espíritu. Esta tregua climática lo cambia todo, permitiendo alargar las jornadas sin sufrimiento y disfrutar de cada paso en el Camino de Santiago.

A este clima perfecto se le une un espectáculo visual que solo el final del verano puede ofrecer en el norte de España. Es el momento en que la naturaleza empieza su transición hacia el otoño en este viaje a Compostela, y los paisajes se tiñen de ocres y dorados ofreciendo una estampa única y melancólica. Los viñedos cargados de uvas y los campos recién cosechados crean una paleta de colores que convierte cada etapa del Camino de Santiago en una obra de arte.

MENOS GENTE, MÁS CONEXIÓN: LA VENTAJA HUMANA

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Una de las grandes magias del Camino de Santiago es la gente que conoces, las historias que se cruzan y los lazos que se crean. Sin embargo, en verano, la masificación puede hacer que estos encuentros sean más superficiales y fugaces. En septiembre, con menos agobios, se fomenta una conexión más auténtica con otros caminantes, compartiendo conversaciones más profundas en los albergues y creando amistades que, a menudo, perduran en el tiempo.

Y, por supuesto, está la conexión con uno mismo, el verdadero motor para muchos en este viaje interior. El silencio vuelve a ser el protagonista en largos tramos del recorrido, un bien escaso en julio y agosto. Esta soledad buscada, sin la presión del gentío, el silencio permite que la peregrinación se convierta en una verdadera meditación en movimiento. Es en ese vacío donde surgen las reflexiones más importantes que uno busca al emprender el Camino de Santiago.

LOGÍSTICA Y PRECIOS: ¿DE VERDAD SE AHORRA?

Podríamos pensar que septiembre, al ser todavía un mes con buen tiempo, mantiene los problemas logísticos del verano, pero nada más lejos de la realidad. La gran diferencia al hacer el Camino es que la demanda de alojamientos baja drásticamente, por lo que encontrar alojamiento deja de ser una fuente de estrés diario. Ya no es necesario correr para llegar el primero al albergue, lo que te permite caminar a tu propio ritmo y disfrutar de las paradas.

Aunque los precios de vuelos o trenes no varíen demasiado, el verdadero ahorro se encuentra en la tranquilidad y la calidad de la experiencia. Se acabaron las cenas apresuradas en bares abarrotados o la imposibilidad de encontrar un sitio para descansar. Para el peregrino de la ruta de las estrellas, la sensación de no tener que competir por los servicios básicos no tiene precio. El Camino de Santiago se vuelve más accesible y humano, menos comercial.

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EL CONSEJO FINAL DE CARLOS: ¿CÓMO PREPARARSE PARA EL OTOÑO?

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Emprender el Camino de Santiago en septiembre requiere, eso sí, una pequeña adaptación en la mochila que marcará la diferencia en tu viaje de tu vida. Las mañanas y las noches empiezan a ser frescas, y la posibilidad de lluvia aumenta ligeramente, por lo que la clave es vestir por capas y llevar siempre un buen impermeable o poncho. Un forro polar ligero, camisetas transpirables y un cortavientos serán tus mejores aliados para afrontar la variabilidad del tiempo.

Llegar a la Plaza del Obradoiro es siempre un momento mágico, pero hacerlo en septiembre tiene un sabor distinto, más sereno y personal. No hay que abrirse paso entre una multitud para contemplar la catedral, y el ambiente es de una alegría contenida, más íntima. Es la culminación perfecta para un Camino de Santiago donde has podido conectar de verdad con el entorno y contigo mismo, porque la recompensa emocional al llegar a Santiago es infinitamente mayor.

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