La playa más extraña del mundo está en Asturias: no tiene salida al mar y el agua aparece y desaparece por arte de magia

Un tesoro escondido en la costa oriental asturiana que desafía toda lógica y te deja sin palabras. Imagina una playa con arena fina y olas, pero completamente rodeada de prados verdes y sin ver el mar por ningún lado.

Hay rincones en Asturias que parecen sacados de la imaginación de un niño, lugares que rompen las reglas de la geografía y nos recuerdan que la naturaleza es la mejor ilusionista. Gulpiyuri es, sin duda, su truco maestro. Hablamos de una playa de pleno derecho, con su arena dorada y su agua salada, pero con una peculiaridad desconcertante: está tierra adentro. Es un espectáculo tan insólito que la primera vez que la ves no puedes evitar preguntarte si estás soñando, un espejismo verde y azul en mitad del campo.

La magia de este lugar no reside solo en su ubicación, sino en su propio pulso vital. El agua no está siempre ahí; aparece y desaparece, sube y baja, como si respirara al ritmo de un ser oculto. Este fenómeno, que parece cosa de hechicería, tiene una explicación asombrosa que conecta este pequeño anfiteatro natural con el Cantábrico. Es un secreto a voces en el paraíso asturiano, un lugar donde el mar decidió jugar al escondite y ganar la partida para siempre, creando un paisaje que no se olvida jamás.

¿CÓMO ES POSIBLE UNA PLAYA SIN MAR?

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La primera impresión al llegar a Gulpiyuri es de pura incredulidad. Te encuentras ante una diminuta concha de arena de apenas cuarenta metros de longitud, rodeada de acantilados cubiertos de hierba y, más allá, prados con vacas pastando. No hay horizonte azul ni barcos a lo lejos. La pregunta es inevitable: ¿de dónde sale el agua? La clave está en el paisaje kárstico de la costa oriental de Asturias, donde la roca caliza ha sido disuelta por el agua creando un complejo sistema subterráneo.

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Gulpiyuri es, en realidad, una dolina, una depresión del terreno formada por el hundimiento del techo de una cueva. El mar Cantábrico, que se encuentra a unos cien metros al otro lado de los acantilados, se cuela a través de esta red de galerías subterráneas. Así, el agua que baña esta orilla no llega por la superficie, sino por debajo, filtrándose hasta emerger en la arena. Es un fenómeno tan raro y perfecto que este rincón fue declarado Monumento Natural para proteger su frágil y extraordinario origen.

EL ESPECTÁCULO SECRETO DE LAS OLAS FANTASMA

La experiencia sensorial en Gulpiyuri es única. Cuando la marea sube, el agua comienza a brotar suavemente en la arena, llenando la pequeña cala poco a poco. Si el mar está agitado, el espectáculo es aún más impresionante. No ves las grandes olas del Cantábrico, pero oyes su estruendo sordo al chocar contra los acantilados exteriores. Instantes después, esa energía se transmite por las cuevas y el agua surge en Gulpiyuri con pequeñas olas que crean un oleaje en miniatura, un mar de bolsillo.

Es un lugar para sentarse y escuchar. El sonido del agua, la brisa que mece la hierba de los prados y la ausencia del ruido del mundo crean una atmósfera de paz casi irreal en esta joya de Asturias. Es la demostración de que no todas las playas son para tomar el sol o jugar a las palas. Algunas, como esta, son para contemplar, para asombrarse ante la creatividad de la naturaleza. Es un rincón del Principado que te obliga a reconectar con un ritmo más lento y a disfrutar del poder de lo pequeño.

LA MAGIA DEPENDE DE LA LUNA: CÓMO ACERTAR CON TU VISITA

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Ir a Gulpiyuri sin planificar es una lotería. El espectáculo depende por completo del estado de la marea, que a su vez está regida por la Luna. Si llegas durante la bajamar, es muy probable que te encuentres la playa casi o completamente vacía, un simple hoyo de arena sin rastro de agua. No deja de ser curioso, pero te perderás la esencia del lugar. Por eso, es absolutamente imprescindible consultar la tabla de mareas antes de planificar tu excursión.

El momento ideal para la visita es durante la pleamar, especialmente si coincide con un día en que el Cantábrico esté bravo, lo que en Asturias se conoce como marejada. Es entonces cuando la conexión subterránea funciona a pleno rendimiento y el agua irrumpe con más fuerza, creando ese efecto de piscina natural con olas. Programar tu viaje a esta zona del oriente asturiano teniendo esto en cuenta transformará tu experiencia de ver un sitio curioso a presenciar un fenómeno natural inolvidable.

UN TESORO DIMINUTO QUE EXIGE UN RESPETO GIGANTE

Como suele ocurrir con los lugares mágicos, el secreto de Gulpiyuri acabó por extenderse. Hoy es uno de los puntos más fotografiados de la costa de Asturias, un imán para turistas y curiosos. Esta popularidad, aunque merecida, supone una enorme presión para un ecosistema tan pequeño y delicado. La masificación en temporada alta puede dañar la vegetación de las dunas y alterar el equilibrio del lugar. Por eso, la conservación de Gulpiyuri depende directamente del comportamiento cívico de quienes la visitan.

No hay papeleras ni servicios. Es un entorno completamente natural y así debe permanecer. La regla es simple: todo lo que llevas contigo, debe volver contigo. Dejar basura, pisotear las zonas acotadas o molestar a la fauna local es un atentado contra este patrimonio. Cada persona que tiene el privilegio de conocer este rincón de Asturias se convierte en su guardián, ya que la suma de pequeños gestos individuales es lo que garantizará que las futuras generaciones puedan seguir asombrándose con esta maravilla. El futuro de este enclave de Asturias está en nuestras manos.

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EL CAMINO QUE LLEVA AL CORAZÓN DE LA TIERRA

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Llegar a Gulpiyuri forma parte del encanto. No verás carteles en la autovía ni un acceso asfaltado hasta la arena. Hay que dejar el coche en el cercano pueblo de Naves o en las inmediaciones de la playa de San Antolín y caminar unos minutos por un sendero agrícola. Este pequeño paseo entre maizales y prados verdes actúa como un preámbulo, una transición que te aleja del mundo convencional y te prepara para lo extraordinario. Es una de las experiencias más auténticas que ofrece un viaje a Asturias. Y de repente, tras una hilera de árboles, aparece, porque la playa se descubre de golpe, sin previo aviso, aumentando la sensación de hallazgo.

Esta joya escondida del litoral asturiano es la metáfora perfecta de lo que es esta tierra: un lugar que siempre guarda un as bajo la manga, que te sorprende cuando crees que ya lo has visto todo. Es la prueba de que no hace falta irse al otro lado del mundo para encontrar paisajes que desafían la imaginación. A veces, la playa más extraña y fascinante está mucho más cerca, esperando en silencio en un prado de Asturias, demostrando que la magia, en realidad, es solo geología haciendo de las suyas.

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