No es Italia, es España: el pueblo con casas de colores que National Geographic ha bautizado como la «costa Amalfitana»

Además de su encanto marinero, Villajoyosa es conocida como la "ciudad del chocolate" por su histórica y potente industria chocolatera. Su identidad única se completa con fiestas espectaculares como el Desembarco de los Moros y Cristianos, un evento de Interés Turístico Internacional.

Hay un pueblo en la costa española que parece sacado de una postal italiana, pero que esconde un alma profundamente mediterránea y nuestra. Sus casas, pintadas en una paleta de colores vibrantes, se asoman al mar como si compitieran por captar la atención del sol, y su fama ha cruzado fronteras. De hecho, National Geographic lo ha comparado con la costa Amalfitana de Italia, aunque este rincón costero tiene una personalidad única que te atrapa sin remedio.

Pero, ¿qué secreto esconde esta explosión de color frente al Mediterráneo? No es un capricho estético, sino el eco de una historia de mar y supervivencia que se respira en cada callejuela. Imagina a los antiguos pescadores buscando su hogar en el horizonte tras una larga jornada, pues sus casas de colores servían de guía para los marineros que regresaban a casa. Esta joya alicantina no es solo bonita, es un faro de historias que merece ser contado.

¿POR QUÉ CADA CASA TIENE UN COLOR DISTINTO?

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La tradición oral cuenta una historia fascinante y muy práctica ligada a la vida en el mar. Los pescadores de esta villa marinera, que pasaban largas temporadas faenando, querían reconocer su hogar desde la lejanía del agua. Por eso, cada familia marinera pintaba la fachada con los mismos colores de su barca para identificarla desde el mar, una costumbre que convertía el frente marítimo en un mosaico de identidad y pertenencia.

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Hoy en día, esa necesidad se ha convertido en un emblema que el pueblo protege con orgullo. La paleta cromática del casco antiguo no es aleatoria ni se deja al azar de los vecinos. De hecho, el ayuntamiento regula la paleta de colores para mantener la estética histórica de la fachada marítima. Es una forma de honrar el pasado y asegurar que la primera imagen que reciben los visitantes siga siendo tan auténtica como siempre lo fue.

EL SECRETO MÁS DULCE QUE ESCONDE ENTRE SUS CALLES

El aroma que a veces se mezcla con la brisa marina no es solo de salitre, sino de cacao. Desde el siglo XIX, esta localidad se convirtió en un referente en la industria del chocolate, una tradición que endulza su carácter pesquero. Por algo, Villajoyosa es conocida como la ‘ciudad del chocolate’ por su larga tradición en la fabricación de este dulce, con marcas que han llevado su nombre por todo el mundo y que forman parte de su ADN.

Pasear por este pueblo es una experiencia para todos los sentidos. Aquí no solo se ve el color, también se huele y se saborea la historia del cacao que llegó de América a través de su puerto. De hecho, tres fábricas de chocolate, una de ellas con un museo visitable, impregnan el aire con un aroma inconfundible. Un contrapunto delicioso e inesperado a su estampa marinera que lo hace todavía más especial.

MÁS ALLÁ DE LA FOTO: ARENA DORADA Y AGUAS CRISTALINAS

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La imagen más icónica es la de sus casas de colores con una franja de arena dorada a sus pies, una postal viva y bulliciosa. Se trata de la Playa Centro, el corazón de este enclave costero donde la vida social y el mar se dan la mano. Además, su playa urbana principal cuenta con más de un kilómetro de arena fina y dorada junto al paseo marítimo, flanqueada por palmeras que completan una estampa de ensueño.

Pero si buscas algo más de calma, el litoral de este pueblo guarda tesoros menos concurridos. Escapando del centro, el paisaje se vuelve más salvaje y tranquilo, ofreciendo rincones para extender la toalla casi en soledad. Y es que existen calas más escondidas como la del Bol Nou o la playa del Paradís, perfectas para quienes buscan tranquilidad. Un pequeño paraíso a pocos minutos del vibrante casco antiguo.

CUANDO EL FUEGO Y EL MAR SE CONVIERTEN EN ESPECTÁCULO

Cada mes de julio, sus calles y playas se transforman en un escenario histórico que rememora las antiguas incursiones de piratas berberiscos. La pasión con la que esta población vive sus fiestas es contagiosa y atrae a miles de visitantes cada año. No en vano, sus fiestas de Moros y Cristianos están declaradas de Interés Turístico Internacional, un reconocimiento a su espectacularidad y arraigo.

El momento culminante llega de madrugada, cuando el mar se ilumina con el fuego de la batalla. El pueblo entero contiene la respiración ante un espectáculo que fusiona historia, pólvora y emoción a orillas del Mediterráneo. Lo que ocurre es que el acto del Desembarco es una batalla naval nocturna que recrea un ataque pirata y es único en España. Una experiencia inolvidable que define el carácter de la villa.

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¿DE VERDAD SE PARECE TANTO A LA COSTA AMALFITANA?

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Es innegable que la estampa visual evoca a esos pueblecitos italianos como Positano o Manarola. Este puertecito comparte con ellos una arquitectura que desafía la gravedad frente al mar y una explosión de color que enamora a cualquier cámara. De hecho, la comparación se basa en la estampa de casas coloridas apiladas frente al mar, creando una postal icónica. Sin embargo, rascar la superficie revela un alma completamente diferente.

Mientras que la costa Amalfitana evoca lujo y glamour, este lugar huele a redes de pesca, a chocolate recién hecho y a pólvora de fiestas patronales. Es una belleza más terrenal, más vivida y, quizás, más auténtica. Al final, su encanto reside en una autenticidad que va más allá de cualquier comparación, una mezcla de sal, chocolate y tradición. Y eso, sin duda, no tiene réplica en ninguna otra parte del mundo.

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