En España se dibuja una paradoja cada vez más evidente; mientras la mitad de los hogares asegura que no logra llegar a fin de mes por la subida del precio de la cesta de la compra, la energía y la vivienda, en determinados enclaves del país vivir se ha convertido en un lujo solo accesible para unos pocos, para aquellos que pueden comprar una vivienda en las calles más caras del país.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 56% de las familias reconoce tener dificultades para afrontar gastos básicos, al mismo tiempo que el mercado inmobiliario muestra operaciones que superan los 12 millones de euros en calles exclusivas de ciudades como Madrid, Barcelona o Marbella.
Este contraste refleja con crudeza la creciente brecha social y económica que existe en España y que se pretende invisibilizar; de un lado, ciudadanos que ajustan su presupuesto hasta el último céntimo en el supermercado; del otro, compradores capaces de desembolsar cifras millonarias por residencias de lujo. Informes de portales especializados como Idealista y Fotocasa señalan que, en zonas concretas, el precio por metro cuadrado puede multiplicar por diez la media nacional, lo que convierte a estas direcciones en símbolos de ostentación frente a la precariedad que atraviesa gran parte de la población.
Las zonas más exclusivas del país disparan sus precios pese a la crisis de los hogares

Mientras la mayoría de los hogares españoles ajusta cada céntimo para poder afrontar la cesta de la compra y las facturas, los precios de las viviendas en las zonas más exclusivas del país no dejan de batir récords. Según datos del portal Idealista, las calles con mayor valor inmobiliario concentran propiedades que superan los 6 y hasta los 12 millones de euros, una cifra que resulta inalcanzable para el ciudadano medio.
Este fenómeno refleja una brecha social cada vez más evidente; mientras miles de familias reconocen tener dificultades para llegar a fin de mes, el mercado de lujo parece no resentirse ante la inflación ni el encarecimiento generalizado de la vida, y este fenómeno claramente tiene una explicación. Según los expertos del sector inmobiliario la demanda de este tipo de propiedades no solo se mantiene, sino que continúa creciendo, impulsada por compradores nacionales de alto poder adquisitivo y, sobre todo, por grandes fortunas extranjeras.
El resultado es un contraste evidente; mientras los precios en el mercado de la vivienda habitual suponen una carga insostenible para buena parte de la población, las residencias de lujo siguen disparando su valor sin apenas verse afectadas por el contexto económico adverso.
Madrid, Barcelona y Marbella concentran las viviendas con los importes más desorbitados

Los datos muestran que Madrid, Barcelona y Marbella concentran las viviendas más caras de España, (tal y como era de esperarse, ya que forman parte del grupo de ciudades importantes del país) con calles donde el precio medio supera los 4 millones de euros. En la capital, barrios como Salamanca o Chamartín encabezan la lista de ubicaciones más exclusivas, seguidos de zonas privilegiadas en la Ciudad Condal como Pedralbes o Sarrià-Sant Gervasi.
Marbella, por su parte, sigue consolidándose como el gran epicentro del lujo residencial en la Costa del Sol, con urbanizaciones cerradas que atraen a grandes fortunas internacionales. El portal Idealista apunta que en algunas de estas calles los precios alcanzan cifras de vértigo, con chalés y mansiones cuyo valor asciende a 12 millones de euros.
Esta concentración geográfica del lujo refuerza la desigualdad del mercado inmobiliario español, ( una realidad que muchos quisieran ocultar, pero que está allí) donde apenas unos pocos enclaves absorben la mayor parte de las transacciones millonarias. Mientras tanto, el resto de ciudades y provincias registran tensiones en el acceso a la vivienda para las clases medias y trabajadoras, incapaces de competir en un mercado cada vez más polarizado.
El contraste social: del esfuerzo por llenar la nevera a pagar millones por una dirección de lujo

El contraste entre la realidad de la mayoría y la opulencia de unos pocos nunca había sido tan evidente. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), más del 35% de los hogares españoles reconoce dificultades para afrontar gastos imprevistos y un 14% llega con retraso a fin de mes en el pago de facturas básicas. En este contexto, el hecho de que existan calles donde el precio de una sola vivienda supere los 12 millones de euros refleja la profunda brecha que afecta al país.
La paradoja es clara; y es que mientras millones de familias ajustan sus presupuestos para llenar el carro de la compra (que, según la OCU, se ha encarecido casi un 30% desde 2019), otros se disputan propiedades con precios inalcanzables para la mayoría. La España que se parte en dos se refleja con nitidez en el mercado inmobiliario: mientras unas familias cuentan los céntimos para llegar a fin de mes, otras invierten millones en una sola dirección.
Este abismo económico no solo evidencia desigualdades crecientes, sino que plantea una pregunta incómoda; ¿puede un país sostener la convivencia entre el lujo desorbitado y la precariedad cotidiana sin profundizar aún más en la brecha social?