El zarangollo es mucho más que un simple revuelto de la huerta, es la bandera gastronómica de una tierra fértil y orgullosa de sus raíces. Una receta que parece insultantemente sencilla, pero su verdadera esencia reside en la pureza de sus ingredientes originales, un secreto a voces que los murcianos defienden con un fervor casi sagrado. ¿Te atreves a descubrir por qué un solo ingrediente puede desatar la tormenta?
La cosa se pone seria cuando la tradición choca de frente con las costumbres modernas, convirtiendo una charla de sobremesa en un debate acalorado. La polémica está servida y la adición del calabacín ha dividido a familias y amigos, generando una discusión que va mucho más allá de lo puramente gastronómico. Sigue leyendo y entenderás el orgullo herido que se esconde detrás de esta deliciosa receta murciana.
¿QUÉ ES REALMENTE EL ZARANGOLLO Y POR QUÉ LEVANTA PASIONES?
Este plato nace de la humildad y la necesidad, de la cocina de aprovechamiento que convertía los productos más básicos de la huerta en un manjar extraordinario. Su alma está en la cebolla tierna de la vega del Segura, pochada lentamente, sin prisa, hasta que se deshace en la boca con un dulzor inconfundible. Es un plato que habla de la identidad de la Región de Murcia, forjada a base de paciencia y respeto por el producto.
La magia culmina con el huevo, que no se revuelve, sino que se cuaja delicadamente sobre la cebolla caramelizada, creando una textura melosa e inigualable. El zarangollo auténtico no necesita más para brillar con luz propia, pues su grandeza se encuentra en una sencillez abrumadora que conquista el paladar sin necesidad de artificios. Este sabor auténtico es el que muchos consideran la única versión posible.
EL CALABACÍN: ¿UN INGREDIENTE INVITADO O UN USURPADOR EN LA RECETA?

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo empezó el calabacín a colarse en las sartenes, pero su popularización en la cocina española lo convirtió en un candidato fácil para enriquecer el plato. Lo que para algunos fue una evolución lógica, una forma de darle más cuerpo y jugosidad al revuelto, para otros fue el inicio de una traición. Este popular revuelto se convirtió en el epicentro de una batalla silenciosa librada en los fogones de toda España.
El problema no es el calabacín en sí, un vegetal noble y delicioso, sino lo que representa su inclusión en esta elaboración huertana. Para los puristas, añadirlo es desvirtuar la receta, es borrar de un plumazo la memoria gustativa de generaciones enteras que crecieron con el sabor limpio de la cebolla y el huevo. Este zarangollo con calabacín supone una ruptura con el legado culinario murciano que muchos no están dispuestos a perdonar.
LA VOZ DE LA TRADICIÓN: «SI LLEVA MÁS, NO LO LLAMES ASÍ»
El sentir general entre los más tradicionalistas es claro: puedes cocinar un revuelto de cebolla, calabacín y huevo, y seguramente estará delicioso, pero no lo llames zarangollo. Hacerlo es apropiarse de un nombre con historia, con denominación de origen sentimental, para describir algo que no lo es. La defensa de esta joya gastronómica implica proteger un patrimonio cultural intangible que reside en el sabor y en la memoria colectiva.
Esta no es una cuestión de esnobismo culinario, sino de respeto por el legado recibido, una forma de honrar a quienes crearon este manjar con lo poco que tenían. Un zarangollo verdadero te transporta a la huerta murciana en cada bocado, una experiencia que, según argumentan, se diluye con otros sabores. La receta original es un homenaje a la sencillez y al producto de proximidad, dos pilares de la cocina de la Región de Murcia.
¿EVOLUCIÓN NECESARIA O SACRILEGIO CULINARIO?

Quienes defienden la versión moderna argumentan que la cocina es un ente vivo, en constante cambio y adaptación a los nuevos tiempos y a la disponibilidad de ingredientes. Consideran que el calabacín no resta, sino que suma, aportando una textura suave y una jugosidad extra que complementa perfectamente la base del plato. Para ellos, este zarangollo actualizado representa la capacidad de la cocina para evolucionar sin perder su esencia.
Incluso hay quienes se atreven a ir más allá, añadiendo patata en pequeños dados, una herejía aún mayor para los custodios de la tradición. Esta visión aperturista entiende que las recetas no son dogmas inamovibles, sino lienzos sobre los que cada cocinero puede dejar su impronta. Al final, el debate sobre el zarangollo refleja dos formas de entender y amar la gastronomía: la del respeto reverencial y la de la creatividad sin ataduras.
MÁS ALLÁ DEL PLATO: EL ZARANGOLLO COMO SÍMBOLO DE IDENTIDAD MURCIANA
El zarangollo ha trascendido su condición de simple receta para convertirse en un emblema, en un motivo de orgullo que conecta a los murcianos con su tierra y su pasado. Es la prueba de que un plato puede ser mucho más que la suma de sus ingredientes; puede ser un vehículo de identidad y un guardián de la historia. Defender su receta canónica es una forma de proteger un pedazo del alma de Murcia, algo que no se negocia.
Así que la próxima vez que te encuentres ante un plato de zarangollo, pregúntate qué tienes delante, si la receta primigenia o su versión evolucionada. No se trata de decidir cuál es mejor, sino de entender la historia y la pasión que hay detrás de cada bocado. Porque este manjar huertano demuestra que la cocina es un lenguaje que habla de quiénes somos y de dónde venimos, y eso, querido lector, es algo que merece todo nuestro respeto.