Chef Michelín desvela un secreto: «En octubre, a este pueblo de Soria no se viene a hacer turismo, se viene a por setas»

La experiencia va más allá de recolectar; es un ritual de conexión con la naturaleza, la paciencia y el conocimiento del entorno. Es imprescindible obtener un permiso de recolección y usar cestas de mimbre para garantizar la sostenibilidad de los bosques.

Hay un rincón de Soria donde el otoño lo cambia todo, un lugar en el que los monumentos de piedra ceden su protagonismo a tesoros que brotan de la tierra húmeda. Olvida las rutas turísticas convencionales y los mapas de siempre. Aquí, en octubre, se vive una fiebre silenciosa, una pasión que se contagia entre los pinares y que atrae a gentes de toda España con un objetivo muy claro, porque la comarca de Pinares se convierte en el epicentro de un peregrinaje muy especial que nada tiene que ver con el turismo tradicional.

La advertencia de los grandes cocineros no es una exageración, es la pura verdad. Llegar a Navaleno en esta época del año buscando solo un pueblo bonito es no haber entendido nada. El aire huele a pino, a resina y a misterio, y las conversaciones en los bares giran en torno a un único tema. Adéntrate en sus bosques y descubrirás por qué en esta provincia soriana el verdadero tesoro no está en sus monumentos, sino escondido bajo la pinocha, esperando a ser descubierto por el ojo experto.

EL ORO ROJO (Y AMARILLO) QUE SUSTITUYE A LOS MONUMENTOS

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Se produce un curioso fenómeno en estas tierras: el interés se desplaza de las iglesias románicas y los castillos medievales a los claros del bosque y las laderas umbrías. La gente llega con cestas de mimbre en lugar de cámaras de fotos, con navajas en vez de guías turísticas. Es la llamada del turismo micológico, y la búsqueda de setas se transforma en la principal actividad económica y social de la región, movilizando a miles de aficionados y profesionales.

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Esta pasión compartida crea una atmósfera única, una especie de secreto a voces que une a locales y forasteros en una misma misión. No importa de dónde vengas, si llevas una cesta en la mano, formas parte del club. Es una fiebre que te atrapa, pues en los bosques sorianos la emoción de encontrar un buen ejemplar de boletus edulis eclipsa cualquier otra experiencia turística, convirtiéndose en un recuerdo imborrable.

NAVALENO: LA CAPITAL NO OFICIAL DEL REINO FUNGI

No busques en Navaleno una arquitectura deslumbrante o un casco histórico de postal. Su encanto reside en su autenticidad, en ser el corazón funcional de la comarca de Pinares. Sus calles se llenan de vehículos todoterreno al amanecer y sus bares bullen al atardecer con historias de hallazgos y decepciones. Este pueblo de Pinares es un centro neurálgico donde se intercambia información, se compran y venden setas y se respira la cultura micológica.

El ambiente es eléctrico, casi como el de una ciudad del lejano oeste durante la fiebre del oro. Aquí el oro tiene sombrero y pie, y los mapas del tesoro son mentales, guardados con celo por los más veteranos. Es un lugar vibrante, donde en el corazón de la comarca la conversación gira en torno a si ha llovido lo suficiente o si el viento sur favorecerá la florada, demostrando que todo gira en torno a la micología.

EL RITUAL SECRETO: MÁS QUE UNA CESTA, UNA CONEXIÓN

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Madrugar, adentrarse en el silencio del pinar, agudizar la vista y sentir el olor a tierra mojada. Es un ritual que te saca de la rutina y te conecta con un conocimiento ancestral. No hay prisas ni ruidos, solo el sonido de tus pasos sobre la pinocha y la adrenalina del descubrimiento. En estas tierras de Pinares, la actividad de buscar setas se convierte en una forma de meditación activa, una terapia antiestrés que te resetea por completo.

Pero no te equivoques, no es solo cuestión de suerte. Requiere sabiduría, saber leer el terreno, conocer los árboles y distinguir las especies comestibles de las tóxicas. Es un saber que se transmite de generación en generación, un respeto profundo por el monte. En este paraíso micológico la verdadera recompensa no es solo llenar la cesta, sino entender el ecosistema del que formas parte, aprendiendo a cuidarlo y a no esquilmarlo.

¿Y DESPUÉS DE LA RECOGIDA? EL FESTIVAL GASTRONÓMICO

Llegar a casa o al hotel rural, limpiar cuidadosamente cada ejemplar y pensar en la receta es parte de la magia. La mejor forma de honrar un producto tan exquisito es con preparaciones sencillas: a la plancha con ajo y perejil, en un revuelto o como guarnición de un buen guiso. Son los manjares de la tierra, porque el sabor intenso y la textura de una seta recién cogida no tienen comparación con nada que puedas comprar.

Los bares y restaurantes de la zona se suman a la fiesta, ofreciendo jornadas micológicas y menús degustación que son un auténtico espectáculo para el paladar. Es el momento de probar creaciones innovadoras o recetas tradicionales que han pasado de padres a hijos. La gastronomía soriana convierte la experiencia en un festín que celebra los frutos del bosque y que pone el broche de oro a una jornada de esfuerzo y conexión con la naturaleza.

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MANUAL DE SUPERVIVENCIA PARA EL BUSCADOR DE SETAS

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Lo primero y fundamental es obtener el permiso de recolección. El monte tiene dueño y sus recursos están regulados para evitar la sobreexplotación. Además, es imprescindible usar una cesta de mimbre, que permite que las esporas se diseminen, y no bolsas de plástico. Son las reglas del juego en los montes de Soria, ya que el respeto por el medio ambiente y las buenas prácticas aseguran que esta tradición pueda continuar en el futuro.

Y un último consejo: no te obsesiones con llenar la cesta. Disfruta del paseo, del aire puro, de los colores del otoño y de la paz del bosque. A veces, la mayor recompensa es volver con la cesta medio vacía pero el espíritu lleno. Porque al final, cuando te vayas, te darás cuenta de que el auténtico recuerdo de Soria es la vivencia en sí misma, mucho más valiosa que cualquier cantidad de setas.

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