El verdadero motivo por el que los españoles comemos 12 uvas en Nochevieja: no es por la suerte, fue por una protesta de agricultores

Antes de popularizarse, comer uvas en fin de año era una costumbre de la aristocracia española que imitaba las modas francesas. La tradición también tiene un componente de protesta, ya que las clases populares se burlaban de la burguesía comiendo uvas en la Puerta del Sol.

Pocos rituales hay tan sagrados en España como el de las uvas en Nochevieja. Cada 31 de diciembre, el país se paraliza durante unos segundos mágicos, pero ¿y si te dijera que su origen no tiene que ver con la suerte sino con algo mucho más terrenal y reivindicativo? Pues sí, ese momento de las doce campanadas esconde una historia de crisis y picaresca que muy pocos conocen. ¿Te atreves a descubrir por qué lo hacemos realmente?

Esa costumbre que une a familias enteras frente al televisor cada Nochevieja tiene una fecha y un lugar de nacimiento muy concretos. Todo empezó mucho después de lo que imaginas y por un motivo que te dejará boquiabierto. Fue en 1909 cuando unos agricultores alicantinos, ahogados por un excedente de uva, decidieron darle la vuelta a la tortilla, ya que la tradición nació como una brillante campaña de marketing para vender uvas. La suerte fue solo el envoltorio.

¿Y SI TE DIJERAN QUE LA SUERTE NO TIENE NADA QUE VER?

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Generación tras generación, hemos asumido que engullir doce uvas al son de las campanadas nos asegura un año próspero. El ritual es casi una carrera de obstáculos contra el reloj, donde lo que de verdad importa, y es curioso, es que la superstición se convirtió en el motor principal de esta costumbre centenaria. Nos hemos creído el cuento a pies juntillas, pero la verdad es otra muy distinta y mucho más interesante.

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El miedo a un año de infortunios nos obliga a participar, sin preguntarnos de dónde viene realmente esta tradición de fin de año. Lo hacemos por inercia, por si acaso, por no tentar al destino en la última noche del año. Pocos se paran a pensar que detrás de este gesto casi automático se encuentra un relato de necesidad económica y astucia comercial absolutamente fascinante. Un giro de guion en toda regla.

LA COSECHA ‘MILAGROSA’ QUE CAMBIÓ LA HISTORIA DE ESPAÑA

Viajemos a la comarca del Vinalopó, en Alicante, a principios del siglo XX. En el otoño de 1909, los viticultores locales se encontraron con una cosecha de uva Aledo espectacularmente abundante, algo que debería haber sido una bendición. Sin embargo, no sabían qué hacer con tanta fruta, así que la sobreproducción amenazaba con arruinar a cientos de familias de agricultores. La situación era crítica y el tiempo jugaba en su contra.

La desesperación agudiza el ingenio. En lugar de bajar los precios hasta la miseria o dejar que la uva se pudriera, lanzaron una campaña sin precedentes para su época: las «uvas de la suerte». Asociaron su consumo para despedir el año con la buena fortuna, y de repente, se inventó una necesidad que conectaba directamente con la esperanza de la gente. Fue una jugada maestra que cambió nuestra cultura para siempre.

ANTES DE LAS UVAS, CHAMPÁN Y LUJO PARA DESPEDIR EL AÑO

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A finales del siglo XIX, las clases altas españolas tenían por costumbre imitar las modas que venían de Francia. Era habitual que la burguesía y la aristocracia despidieran el año en fiestas privadas con cotillón, manjares y, curiosamente, uvas acompañadas de champán, ya que era un símbolo de estatus social comer uvas y beber champán al llegar la medianoche. Un lujo que marcaba una clara diferencia social.

Esta costumbre burguesa era completamente inaccesible para el pueblo llano, que veía desde fuera cómo los ricos celebraban la llegada del nuevo año. Para la mayoría, la cena de Nochevieja era una fiesta mucho más modesta y familiar, sin grandes alardes. El resto de la población ni siquiera pensaba en ese tipo de celebraciones, pues la Nochevieja de las clases populares era un evento sin los excesos de la élite.

UNA BURLA EN LA PUERTA DEL SOL: EL ORIGEN REBELDE DE LA TRADICIÓN

Hay crónicas periodísticas de la época, incluso anteriores a 1909, que ya hablan de algo curioso que ocurría en la capital. Grupos de madrileños se congregaban en la Puerta del Sol no para celebrar, sino para ironizar sobre las costumbres de la aristocracia, por lo que comer uvas baratas al son de las campanadas era una forma de ridiculizar a la clase alta. Un acto de pura sátira popular.

Este acto de rebeldía, que se fue repitiendo año tras año, fue el caldo de cultivo perfecto para que la idea de los agricultores alicantinos triunfara de forma masiva. La campaña de 1909 no surgió de la nada, sino que encontró un terreno abonado por el descontento y la sorna, ya que aprovechó un movimiento social que ya existía para darle un alcance nacional. La protesta se unió al marketing.

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DE PROTESTA A SÍMBOLO NACIONAL: ¿CÓMO SE HIZO TAN FAMOSO?

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La prensa de principios del siglo XX jugó un papel fundamental al hacerse eco de la «nueva tradición» de la Nochevieja en Madrid y otras ciudades. Los periódicos empezaron a publicar artículos que hablaban de las «uvas de la suerte», y lo que había sido un acto local y una campaña puntual se convirtió rápidamente en un fenómeno mediático que despertó la curiosidad de todos. El relato había calado hondo.

Poco a poco, la costumbre dejó de ser una burla o una estrategia de venta para convertirse en algo nuestro, un momento de unión familiar y esperanza. Y así, sin que nos diéramos cuenta, la tradición de esa mágica Nochevieja se arraigó tan fuerte que hoy nos parece imposible imaginar la celebración del 31 de diciembre sin doce uvas esperando en el plato para recibir el año nuevo.

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