En un pueblo de Valladolid se esconde el castillo mejor conservado de España: miles pasan de largo sin verlo

• A pesar de su espectacularidad, muchos viajeros lo pasan de largo por la autovía A-11 sin saber que alberga el Museo Provincial del Vino.
• La visita se completa con la Plaza del Coso y la gastronomía local, convirtiendo a Peñafiel en una escapada cultural y enológica perfecta.

En la provincia de Valladolid se alza un castillo que parece sacado de un sueño, un coloso de piedra que desafía al tiempo y a la lógica; su silueta, la de un imponente buque varado en un mar de viñedos, es única en el mundo. Sin embargo, esta maravilla, una de las fortalezas medievales más espectaculares de Europa, sufre la paradoja de ser visible para miles y visitada por muy pocos. ¿Cómo es posible que semejante tesoro pase tan desapercibido?

La respuesta la tiene la propia autovía que serpentea a sus pies, una corriente de prisas que lo convierte en un mero decorado en la distancia. Para muchos viajeros, el castillo de Peñafiel es solo una estampa fugaz vista a 120 kilómetros por hora, pero su imponente figura se recorta sobre el horizonte de la autovía del Duero como un centinela silencioso. Es el gran secreto a voces del corazón de Castilla y León.

¿UN BARCO VARADO EN UN MAR DE VIÑEDOS?

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Lo primero que te deja sin aliento al acercarte a Peñafiel es su forma. No es un castillo cuadrado, ni redondo; es un barco. Su larguísima planta, de más de 200 metros, se adapta de forma inverosímil a la cima del cerro, y su torre del homenaje se eleva como el puente de mando de un navío legendario. Esta proeza de la ingeniería militar del siglo XV es un espectáculo que cambia con la luz del día, una visita obligada en esta comarca de Valladolid.

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Esta forma tan peculiar no es un capricho estético, sino una genialidad defensiva. La estrecha y alargada estructura lo hacía prácticamente inexpugnable, un baluarte desde el que se dominaba cada palmo del valle. Hoy, ese dominio se traduce en unas vistas panorámicas que cortan la respiración, con un paisaje de viñedos que se extiende hasta el infinito, dibujando el mapa de la Ribera del Duero.

LA HISTORIA QUE SUSURRAN SUS ALMENAS

Aunque sus orígenes se remontan al siglo X, el castillo que hoy conocemos es obra del siglo XV. Fue la cuna del Infante Don Juan Manuel, sobrino del rey Alfonso X el Sabio y autor de "El conde Lucanor", una de las cumbres de la literatura medieval. Pasear por su patio de armas es como viajar en el tiempo, ya que cada piedra de sus muros parece susurrar historias de nobles, reyes y escritores que forjaron nuestra historia.

Declarado Monumento Nacional en 1917, su estado de conservación es simplemente excepcional. No estamos ante unas ruinas románticas, sino ante una fortaleza viva, robusta, que ha resistido el paso de los siglos con una dignidad asombrosa. Esta joya de la provincia de Valladolid es un libro de historia abierto, un lugar que nos permite entender la importancia estratégica que tuvo este enclave en la Castilla medieval.

POR QUÉ PASAMOS DE LARGO SIN MIRAR

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La autovía A-11, que conecta Valladolid con Soria, pasa literalmente a sus pies. Miles de coches la recorren cada día, pero pocos deciden tomar el desvío. El castillo se ha convertido en parte del paisaje, en algo que se da por sentado. Es la tiranía de la prisa, donde la gente lo ve desde el coche pero no se detiene, pensando que es solo una bonita postal. El ritmo del viaje moderno es incompatible con el descubrimiento pausado.

Además, Peñafiel compite con gigantes turísticos cercanos como Segovia, Burgos o la propia capital vallisoletana. Queda en una especie de "tierra de nadie" para el turista que busca los grandes iconos. Sin embargo, su relativa soledad es precisamente lo que le confiere un encanto especial y permite una visita mucho más auténtica. No encontrarás las colas ni el agobio de otros monumentos más masificados en tu escapada por la provincia de Valladolid.

MÁS ALLÁ DE LA MURALLA: UN TESORO DOBLE

Desde 1999, el castillo es la sede del Museo Provincial del Vino, un homenaje a la tierra que lo acoge. La visita a la fortaleza se convierte así en una experiencia doblemente enriquecedora, donde se puede pasar de contemplar las almenas medievales a descubrir los secretos de la uva tempranillo en minutos. Es una simbiosis perfecta entre historia, arquitectura y enología que sorprende a todo el que se anima a entrar.

El museo es un recorrido didáctico y sensorial por la cultura vitivinícola de la Ribera del Duero. Paneles, audiovisuales y una sala de catas profesional ofrecen una inmersión completa en el alma de la región. El broche de oro es, por supuesto, poder degustar un vino de la denominación de origen en un entorno tan único; esta combinación lo convierte en una de las visitas culturales más completas y originales de Castilla y León.

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LA EXPERIENCIA COMPLETA: ASÍ SE DISFRUTA PEÑAFIEL

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Tras maravillarse con la fortaleza, es imprescindible bajar al pueblo y perderse por sus calles. El epicentro de la vida local es la Plaza del Coso, una de las plazas medievales más singulares de España. Rodeada de balcones de madera, esta plaza se transforma en coso taurino durante las fiestas, y su arquitectura popular, declarada Bien de Interés Cultural, te transporta a otra época. Es el corazón latente de Peñafiel.

Y por supuesto, la experiencia no está completa sin sentarse a la mesa. Estamos en la cuna del lechazo asado en horno de leña, un manjar que aquí alcanza la categoría de arte. Acompañarlo de un buen vino de la Ribera es más que una recomendación, es una obligación. Al final del día, te das cuenta de que pasar de largo por la autovía no es solo perderse un castillo, es renunciar a un festín para todos los sentidos.

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