Así fue el Teletexto, el ‘internet’ casero de los 80 que se convirtió en lugar secreto para ligar

• Sus páginas de mensajería se convirtieron en la primera red social anónima de España, donde la gente publicaba anuncios para ligar.
• Cumplió un papel social clave con los subtítulos de la página 888, siendo una herramienta pionera en accesibilidad.

Antes de que internet lo cambiara todo, el Teletexto era nuestra ventana al mundo, una enciclopedia pixelada que respondía a nuestras preguntas con un parpadeo de colores primarios. Aquella tecnología, que hoy nos parece casi prehistórica, era el futuro metido en el salón de casa, y la verdad es que era un universo de información y secretos escondido tras un botón del mando a distancia. ¿Recuerdas la emoción de descubrirlo por primera vez?

Pulsabas la tecla «TXT» y la emisión de televisión se desvanecía para dar paso a un fondo negro lleno de promesas. Aquel internet primitivo no necesitaba cables ni contraseñas, solo paciencia para esperar a que las páginas cargaran en su carrusel infinito. El misterio de su funcionamiento era parte del encanto, pues funcionaba ‘colando’ datos en las líneas invisibles de la señal de televisión analógica. Y escondía mucho más de lo que aparentaba.

¿UN ERROR DE LA SEÑAL O EL FUTURO EN TU SALÓN?

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La primera vez que lo viste, probablemente pensaste que la tele se había estropeado. Aquellos bloques de colores que se iban dibujando lentamente en la pantalla eran la antesala de la información. Para toda una generación, era una experiencia casi mágica pulsar ‘TXT’ y ver cómo la emisión se transformaba en un menú de contenidos. El mando a distancia se convirtió en la llave para acceder a ese servicio de información en pantalla.

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Su funcionamiento era un ejercicio de paciencia zen. Si querías ver la página 152 y el contador iba por la 120, tenías que esperar. No había forma de acelerar el proceso, solo mirar cómo los números avanzaban. Aquella lentitud hoy sería impensable, pero entonces había que esperar a que el ‘carrusel’ de páginas diera la vuelta completa para ver la tuya, enseñándonos una lección sobre la espera en la era analógica.

LA ENCICLOPEDIA PIXELADA QUE LO SABÍA TODO

Era nuestro Google particular. Allí consultábamos el tiempo, el horóscopo, la farmacia de guardia o el resultado de la Bonoloto. Antes de los portales de noticias y las apps, era la fuente de información más rápida y fiable antes de los buscadores, un servicio público que estaba siempre ahí, a solo tres dígitos de distancia. Era el lugar al que acudías para resolver las pequeñas dudas cotidianas, como mirar la cartelera del cine.

Los domingos por la tarde, el país entero se paralizaba frente a sus páginas de deportes. Ver cómo cambiaba el marcador de tu equipo, gol a gol, en un gráfico rudimentario tenía una emoción indescriptible. No había alertas en el móvil ni retransmisiones en streaming, y por eso refrescar la página de los resultados de fútbol era un ritual sagrado para muchos, una liturgia compartida en millones de hogares.

PÁGINA 555: LA PRIMERA RED SOCIAL (Y DE LIGUE) DE ESPAÑA

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Escondidas entre la información de servicio público, existían secciones de contactos, chats y confesiones. Eran las primeras redes sociales, completamente anónimas y rudimentarias. El Teletexto se convirtió en un lugar inesperado para la conexión humana, ya que existían secciones de mensajería donde la gente dejaba anuncios personales para conocer a otros. Chico de Madrid busca chica para amistad y lo que surja» era un mensaje habitual.

El sistema era tan rudimentario como brillante. Enviabas un mensaje de texto desde tu móvil a un número de teléfono, y con algo de suerte, aparecía publicado en la televisión para que lo viera todo el país. La emoción de ver tus palabras en pantalla era indescriptible, porque era el Tinder de la época, un sistema lento y anónimo pero increíblemente emocionante. Era la prueba de que la necesidad de conectar siempre encuentra un camino.

EL HÉROE SILENCIOSO DE LA PÁGINA 888

En un mundo sin las opciones de accesibilidad de hoy, la página 888 era una auténtica revolución. Allí se alojaban los subtítulos para personas con discapacidad auditiva, permitiendo que miles de personas pudieran seguir sus series y películas favoritas por primera vez. Fue un avance silencioso pero de un impacto social enorme, porque fue una herramienta pionera en la accesibilidad para personas con discapacidad auditiva.

Y lo mejor de todo era su fiabilidad. En una era de tecnología frágil, era a prueba de bombas. No se colgaba, no pedía actualizaciones y estaba disponible 24 horas al día, 7 días a la semana. Daba igual que hubiera una tormenta o que el vídeo se hubiera estropeado, porque el Teletexto nunca se ‘caía’ y no necesitaba conexión a internet para funcionar. Era un refugio de información estable en un mundo analógico.

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CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA POR EL ADSL

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De repente, aparecieron las páginas web, llenas de colores, imágenes, vídeos y enlaces. Frente a esa explosión de posibilidades, nuestro viejo amigo empezó a parecer lento, feo y limitado. La batalla era desigual y la victoria de la nueva tecnología fue aplastante, ya que la inmediatez y el atractivo visual de las páginas web lo dejaron obsoleto casi de la noche a la mañana.

Aunque hoy es una reliquia, técnicamente sigue existiendo, agazapado en nuestros televisores modernos. Pulsar el botón «TXT» es como abrir una cápsula del tiempo, un viaje a una época más simple. El Teletexto no morirá del todo mientras quede alguien que recuerde su sonido característico al cargar, porque sigue siendo un fósil digital que nos recuerda una forma más sencilla de conectar con el mundo.

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