La Costa Brava en septiembre es un secreto a voces, un murmullo entre quienes saben que el final del verano es, en realidad, su mejor momento. Hay un rincón que se resiste a la despedida del bullicio, y Begur se revela como un refugio de calma a pocos kilómetros de la vorágine. ¿Qué tiene este pueblo para que todos los que lo descubren quieran guardar el secreto? Es la pregunta que flota en el aire salado de una escapada por Girona que promete más de lo que imaginas.
Olvídate de las postales repetidas y las toallas que luchan por un metro de arena. La verdadera magia de este tramo del litoral gerundense reside en su capacidad para ofrecer dos mundos, pues sus calas vírgenes y su casco histórico colonial contrastan con la cercanía a grandes núcleos turísticos. Es un trozo de la Costa Brava que late a otro ritmo, la promesa de un final de verano que no se siente como un adiós, sino como un auténtico privilegio.
MÁS ALLÁ DEL RUIDO: ¿POR QUÉ BEGUR ES EL SECRETO MEJOR GUARDADO?
Muchos asocian la Costa Brava con nombres que resuenan a fiesta y multitudes, pero la verdadera esencia se esconde en lugares como Begur. Mientras otros destinos se vacían con la llegada de septiembre, este pueblo vive una segunda juventud, y su autenticidad se mantiene intacta, libre del turismo de masas que caracteriza a otras localidades cercanas. Aquí, la prisa no existe; solo el placer de redescubrir la costa de Girona sin agobios y con una luz que lo tiñe todo de oro.
La diferencia se siente en el ambiente, en el sonido de las olas que por fin se escucha sin interferencias. Septiembre regala una atmósfera única a este paraíso ampurdanés, donde la temperatura del agua sigue siendo perfecta y los días aún son largos y luminosos. Es el momento ideal para quienes buscan una experiencia más íntima y personal con una Costa Brava que se muestra en su versión más pura, más salvaje y, sobre todo, más real.
LAS CALAS QUE NO APARECEN EN INSTAGRAM (Y CÓMO ENCONTRARLAS)
Claro que has oído hablar de Aiguablava o Sa Tuna, pero la grandeza de Begur reside en lo que hay entre ellas. Los caminos de ronda tejen una red de senderos que son la clave para entender esta parte de la Costa Brava, ya que estos antiguos pasos de vigilancia conectan playas famosas con rincones solitarios a los que solo se llega caminando. Explorar estos senderos es como abrir un mapa del tesoro en los rincones del Empordà, donde cada curva desvela una nueva maravilla.
El verdadero lujo no está en un chiringuito abarrotado, sino en encontrar tu propio espacio en calas como Sa Riera o la recóndita Illa Roja. Esta joya del Mediterráneo te invita a dejar el coche y a calzarte unas buenas zapatillas, porque la recompensa es descubrir pequeñas playas de piedras y aguas cristalinas donde el único sonido es el del mar. Es la Costa Brava en estado puro, un premio para los que se atreven a buscar más allá de lo evidente.
UN VIAJE AL PASADO CON VISTAS AL FUTURO
Caminar por Begur es mucho más que disfrutar de un paisaje idílico; es un viaje en el tiempo. La silueta del castillo medieval, que corona el pueblo, es una invitación a subir y contemplar el horizonte, y desde sus ruinas se obtiene una panorámica de 360 grados que abarca desde las islas Medes hasta el Canigó. Es el mejor mirador de esta franja de la costa catalana, un lugar donde el pasado de la Costa Brava se funde con la inmensidad del presente.
Pero la historia no solo está en las alturas. Perderse por su núcleo antiguo es imprescindible para captar su alma. Al callejear sin rumbo fijo, descubres un laberinto de calles empedradas, casas de piedra y la imponente iglesia gótica de Sant Pere. Son los vestigios de un pasado de piratas y pescadores, un decorado perfecto que define a estos pueblos marineros y que convierte un simple paseo en una experiencia inolvidable.
SABORES QUE CUENTAN HISTORIAS: DÓNDE COMER COMO UN LOCAL
La gastronomía de la Costa Brava es un reflejo de su paisaje, una conversación constante entre el mar y la montaña. En Begur, este diálogo alcanza su máxima expresión en cada plato, donde la cocina local fusiona con maestría el pescado fresco de la lonja con los productos de la huerta del Empordà. Probar un arroz de Pals o un suquet de pescado en una de sus calas escondidas de Girona es entender el sabor auténtico de esta tierra.
Huye de los menús turísticos y busca las pequeñas joyas gastronómicas que se esconden en sus plazas. El verdadero secreto está en sentarse a la mesa de negocios familiares, ya que son los restaurantes regentados por locales los que ofrecen el producto más fresco y las recetas tradicionales. Acompaña la comida con un vino de la D.O. Empordà y entenderás por qué el corazón del Empordà late con tanta fuerza en cada bocado de la mejor Costa Brava.
EL LEGADO INDIANO QUE COLOREA CADA RINCÓN
Paseando por el centro de Begur, algo llama poderosamente la atención: unas majestuosas casas de colores vivos que rompen con la estética medieval. Son las casas de los «americanos», el legado de quienes emigraron a Cuba en el siglo XIX, porque estas mansiones de estilo colonial cuentan historias de fortuna, nostalgia y un pasado de ultramar. Esta es la magia de la costa catalana, una arquitectura única que dota al pueblo de una personalidad arrolladora y que recuerda la conexión de la Costa Brava con el otro lado del Atlántico.
Al final, uno se marcha de Begur con la sensación de haber descubierto algo que va más allá de un simple destino de vacaciones. La experiencia no termina al irse, ya que el recuerdo de sus atardeceres y el eco de sus olas se queda grabado en la memoria. Es la prueba de que este paraje mediterráneo no solo se ve, sino que se siente, dejando una huella imborrable que te invita a volver antes incluso de haberte ido.