El mercado inmobiliario español atraviesa una transformación acelerada con el crecimiento del alquiler por meses, un formato que hasta hace pocos años se limitaba a estudiantes o profesionales desplazados. Este modelo, impulsado por plataformas digitales y la alta demanda temporal en zonas turísticas y grandes ciudades (a propósito del verano), está reduciendo drásticamente la oferta de alquiler estable, que ya de por sí no estaba funcionando.
Como consecuencia, muchas familias encuentran cada vez más difícil acceder a una vivienda en condiciones de permanencia y precios asequibles. La escasez de contratos de larga duración, unida a la presión de la demanda y a la rentabilidad que ofrecen los arrendamientos temporales, ha provocado una escalada de precios que golpea de lleno a los hogares que buscan estabilidad. Como resultado, tenemos más propietarios con los bolsillos llenos y más familias desesperadas esperando encontrar un piso de alquiler de larga duración.
En ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga, (ciudades de por sí turísticas y con alta demanda) la competencia por las pocas viviendas disponibles a largo plazo está dejando a numerosas familias sin opciones viables, evidenciando un problema estructural que amenaza con agudizar la crisis de acceso a la vivienda.
El alquiler temporal gana terreno y reduce la oferta de contratos estables

En los últimos años, el mercado inmobiliario español ha experimentado un giro notable hacia el alquiler por meses, (una modalidad que había dejado atrás su popularidad por su baja rentabilidad en varios periodos del año), impulsado por la creciente demanda de profesionales desplazados, estudiantes internacionales y el auge de plataformas digitales especializadas, caso Airbnb, por ejemplo.
Este cambio de tendencia ha reducido de forma significativa la oferta de contratos de larga duración, (tal y como era de esperar, ya que si hay un crecimiento en la demanda, los precios suben) dejando a un lado el modelo tradicional que permitía a las familias asentarse con estabilidad. Según datos recientes de portales inmobiliarios, en ciudades como Madrid y Barcelona el 30 % de las viviendas ofertadas en régimen de alquiler corresponden ya a contratos temporales, una proporción que crece año tras año y que dada la actual crisis de vivienda que enfrenta España, representa una cifra alarmante.
La preferencia de los propietarios por este tipo de arrendamiento responde a la flexibilidad y mayor rentabilidad (después de todo, los negocios siempre son los negocios) que ofrece frente a los contratos de tres o cinco años. Con precios que, en muchos casos, superan en un 20 % las tarifas del alquiler convencional, el alquiler temporal permite ajustar importes según la temporada o la demanda puntual.
Esta dinámica, sin embargo, reduce drásticamente las opciones para quienes buscan estabilidad a largo plazo, obligando a muchas familias a competir en un mercado cada vez más saturado y costoso.
Familias desplazadas: la búsqueda de vivienda se convierte en una carrera imposible

La escasez de alquileres de larga duración ha provocado que muchas familias se vean forzadas a aceptar condiciones menos favorables o incluso a abandonar sus barrios de siempre. En zonas céntricas y bien comunicadas de las grandes ciudades, la disponibilidad de viviendas familiares en régimen estable se ha reducido hasta en un 40 % en la última década, de acuerdo con cifras de asociaciones de inquilinos.
Esta disminución ha intensificado la competencia, incrementando el tiempo medio de búsqueda y disparando las exigencias de solvencia por parte de los propietarios. El resultado es un mercado en el que quienes no pueden asumir precios elevados o no cumplen requisitos económicos estrictos quedan prácticamente excluidos, y en muchos casos estas familias deben abandonar el barrio y en el peor de los casos, compartir piso con otras familias o regresar a casa de los padres.
Las familias con hijos en edad escolar (las más afectadas sin lugar a dudas), por ejemplo, enfrentan el dilema de mudarse a zonas más alejadas, lo que conlleva cambios de colegio y mayores tiempos de desplazamiento. En consecuencia, el alquiler por meses, aunque rentable para ciertos sectores, está generando un impacto social evidente, al alterar el tejido comunitario y desplazar a los residentes de larga duración.
La rentabilidad del corto plazo como motor de la escalada de precios

El atractivo económico del alquiler temporal se ha convertido en uno de los principales factores detrás del aumento sostenido de los precios, los propietarios de pisos han descubierto en esta modalidad de alquiler una forma rápida de ganar dinero. Según informes de consultoras inmobiliarias, un piso destinado al arrendamiento por meses puede generar entre un 15 % y un 25 % más de ingresos anuales que uno alquilado bajo contrato convencional.
Esta diferencia ha incentivado a muchos propietarios a reconvertir sus viviendas, lo que ha reducido la oferta disponible para contratos prolongados y ha presionado al alza los precios del conjunto del mercado. En ciudades con alta demanda, como Málaga, Valencia o Bilbao, esta tendencia ha derivado en incrementos interanuales del alquiler superiores al 7 %, muy por encima del crecimiento salarial medio.
Los expertos advierten de que, sin una regulación que equilibre la rentabilidad con la protección del acceso a vivienda, el corto plazo seguirá desplazando al largo plazo. La consecuencia directa será un mercado cada vez más inaccesible para las familias y un encarecimiento generalizado que amenaza con agudizar la crisis de alquiler en España.