La ‘vibración fantasma’ del móvil en el bolsillo es esa extraña sensación que te hace llevarte la mano al pantalón, convencido de haber recibido una notificación, para descubrir que no ha pasado absolutamente nada. No estás solo, no te estás volviendo loco. De hecho, este fenómeno es una alucinación táctil increíblemente común en la era digital que afecta a la mayoría de los usuarios. Es un tic tan extendido que la ciencia ya le ha puesto nombre y ha encontrado una explicación fascinante que revela mucho sobre cómo nuestro cerebro se adapta a la tecnología.
Esta sensación no es un fallo de tu smartphone, sino una jugada maestra de tu propia mente. Es un truco que nos hace el cerebro, una respuesta aprendida que demuestra hasta qué punto hemos integrado la tecnología en nuestra percepción del mundo. Y es que nuestro cerebro se ha vuelto tan sensible a las posibles alertas que prefiere generar una falsa alarma a arriesgarse a perder una llamada o mensaje importante. Antes de culpar a tu teléfono, prepárate para descubrir por qué el verdadero responsable de esa vibración imaginaria está dentro de tu cabeza.
2EL CEREBRO ‘HACKEADO’: EL EFECTO PAVLOV DEL SIGLO XXI

Para entender por qué sentimos vibrar el móvil cuando no lo hace, tenemos que viajar al laboratorio de Ivan Pavlov y sus famosos perros. El fisiólogo ruso demostró que podía condicionar a los perros para que salivaran al oír una campana, asociándola con la comida. Nosotros hemos hecho algo parecido con nosotros mismos: hemos asociado la vibración del bolsillo con una recompensa. Ya sea un mensaje de un ser querido, un ‘me gusta’ o una noticia, cada notificación real que recibimos es un pequeño refuerzo positivo, una microdosis de dopamina que entrena a nuestro cerebro.
Con el tiempo, esta asociación se vuelve tan fuerte que el cerebro empieza a anticiparse. Ya no necesita el estímulo real (la vibración) para reaccionar. Una simple señal parecida, como el roce de la tela del pantalón, un pequeño espasmo muscular o incluso el movimiento al caminar, es suficiente para que el cerebro diga: “¡Ahí está!”. En ese momento, el cerebro interpreta erróneamente una señal sensorial ambigua como la vibración del dispositivo, activando la misma respuesta que si fuera real. Hemos ‘hackeado’ nuestro propio sistema nervioso para no perdernos nada. Por eso sentimos ese móvil.