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Por qué se te pega una canción y no puedes quitártela de la cabeza (y el truco definitivo para conseguirlo)

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Hay un tipo de canción que no se escucha con los oídos, sino que nace directamente en el cerebro y se niega a marcharse. Es un inquilino molesto, un disco rayado que se reproduce en un bucle infinito sin que le hayamos dado permiso. Todos hemos vivido esa extraña y a veces desesperante experiencia: un estribillo, una simple melodía o incluso un jingle publicitario se instala en nuestra mente y nos acompaña durante horas, a veces días. Lo más curioso es que no siempre es una pieza que nos guste. A menudo, es todo lo contrario. ¿Por qué ocurre? ¿Qué mecanismo neurológico se activa para convertir nuestra cabeza en una gramola averiada?

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La respuesta es mucho más fascinante de lo que imaginas y tiene que ver con la forma en que nuestro cerebro procesa la información y busca patrones. Esa canción pegadiza no es un fallo del sistema, sino más bien una peculiaridad de su funcionamiento, una prueba de que nuestra mente está constantemente trabajando en segundo plano, incluso cuando no somos conscientes de ello. La clave, según los expertos, es que el cerebro intenta completar un patrón que percibe como inacabado, repitiéndolo una y otra vez en un intento de encontrarle una resolución. Es un puzle musical que nuestra mente se empeña en resolver, y la única pieza que tiene es ese fragmento que se repite sin cesar.

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¿POR QUÉ MI CEREBRO HACE ESTO? EL PUZLE INACABADO

Fuente Pexels

Para entender por qué se nos pega una canción, tenemos que pensar en nuestro cerebro como en una formidable máquina de predicción y detección de patrones. Está programado para anticipar lo que viene a continuación, ya sea en una conversación, en una secuencia de imágenes o, por supuesto, en una melodía. Cuando escuchamos un fragmento musical sencillo y repetitivo, nuestro cerebro lo procesa y espera su continuación lógica, su cierre. Si la pieza es muy simple o solo recordamos una parte, se produce un «efecto de tarea inacabada». En esencia, esa parte de la canción actúa como una tarea pendiente que la mente necesita resolver.

Este mecanismo está relacionado con un fenómeno psicológico conocido como efecto Zeigarnik, que postula que recordamos mejor las tareas interrumpidas o incompletas que las que hemos finalizado. El bucle musical es el intento del cerebro de «cerrar el expediente». Al no poder reconstruir la canción entera o darle un final satisfactorio, la repite compulsivamente. Es como intentar recordar el final de una frase y, al no conseguirlo, repetir el principio una y otra vez. Además, el cerebro asocia la melodía con una emoción o un recuerdo, activándola sin previo aviso cuando algo en nuestro entorno, por sutil que sea, actúa como detonante.

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