Especial 20 Aniversario

Por qué se te pega una canción y no puedes quitártela de la cabeza (y el truco definitivo para conseguirlo)

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Hay un tipo de canción que no se escucha con los oídos, sino que nace directamente en el cerebro y se niega a marcharse. Es un inquilino molesto, un disco rayado que se reproduce en un bucle infinito sin que le hayamos dado permiso. Todos hemos vivido esa extraña y a veces desesperante experiencia: un estribillo, una simple melodía o incluso un jingle publicitario se instala en nuestra mente y nos acompaña durante horas, a veces días. Lo más curioso es que no siempre es una pieza que nos guste. A menudo, es todo lo contrario. ¿Por qué ocurre? ¿Qué mecanismo neurológico se activa para convertir nuestra cabeza en una gramola averiada?

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La respuesta es mucho más fascinante de lo que imaginas y tiene que ver con la forma en que nuestro cerebro procesa la información y busca patrones. Esa canción pegadiza no es un fallo del sistema, sino más bien una peculiaridad de su funcionamiento, una prueba de que nuestra mente está constantemente trabajando en segundo plano, incluso cuando no somos conscientes de ello. La clave, según los expertos, es que el cerebro intenta completar un patrón que percibe como inacabado, repitiéndolo una y otra vez en un intento de encontrarle una resolución. Es un puzle musical que nuestra mente se empeña en resolver, y la única pieza que tiene es ese fragmento que se repite sin cesar.

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EL INQUILINO NO DESEADO DE TU MENTE

Fuente Pexels

Este fenómeno tiene un nombre: se conoce como «gusano auditivo» o, en su término inglés, earworm. Y no, no es ninguna enfermedad ni un síntoma de que algo vaya mal. Es una experiencia cognitiva increíblemente común. De hecho, los estudios sugieren que este fenómeno cognitivo involuntario afecta a más del 90 % de la población de forma regular, convirtiéndolo en una de las peculiaridades más universales de nuestra mente. Es esa sensación de tener una radio interna que se enciende sola y siempre sintoniza la misma emisora, una que, para colmo, no podemos apagar con un simple botón.

Lo más desconcertante es que no podemos elegir la canción que se nos va a pegar. Puede ser el último éxito del verano, pero también una sintonía de dibujos animados de nuestra infancia o esa melodía insoportable del anuncio que vimos de pasada. El proceso es totalmente involuntario. No importa cuánto odiemos el tema en cuestión, una vez que el gusano auditivo ha hecho su nido, parece que ha venido para quedarse. Pero, ¿qué hace que una pieza musical sea más propensa que otra a convertirse en nuestro tormento personal? La clave está en la repetición y la simplicidad de la estructura melódica, dos características que la convierten en el cebo perfecto para nuestro cerebro.

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