Los apellidos en España no solo sirven para identificarnos en documentos o redes sociales, también son una huella en nuestra historia. En España, el sistema de apellidos tiene una particularidad: se conservan los del padre y la madre, algo que no ocurre en la mayoría de países.
Aunque el intercambio cultural y la migración de personas han diversificado el panorama en el país, todavía existen apellidos que pueden considerarse 100% españoles. Conocerlos no es solo un dato curioso, también es una forma de entender cómo se ha transformado nuestra identidad con el paso de los años.
1De Roma a la Edad Media: el origen de los apellidos en España

La mejor forma de entender cómo surgieron los apellidos en España, es remontándose al Imperio Romano. En esa época, cada persona tenía tres nombres conocidos como: el praenomen, el nomen y el cognomen. Esta estructura desaparece con la caída de Roma, pero siglos después, en la Edad Media, surgió la costumbre de agregar, de nuevo, los apellidos para distinguir entre linajes y propiedades.
En España, las primeras referencias que se encuentran documentadas respecto a apellidos, datan del siglo IX. Al principio, su uso era exclusivo de la nobleza, ya que esto permitía diferenciar a las familias y sus herencias. Sin embargo, con el desarrollo de las ciudades y el comercio, esta forma de identificación se extendió a la población en general.
El dato curioso viene aquí, y es que en los siglos XII y XIII, muchas personas adoptaban apellidos vinculados a su profesión o ejercicio —como Herrero, Soldado o Criado— o a su lugar de origen —como Zaragoza o Zamora—, ¿ahora vas entendiendo, cierto? También se popularizaron en nuestro país apellidos inspirados en características físicas o emocionales, como Rubio, Moreno, Hermoso o Bravo.