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Borrar cookies no sirve de nada: un experto en datos revela lo que realmente debes hacer para protegerte

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El ritual de borrar las cookies del navegador es casi un acto reflejo para millones de personas. Lo hacemos después de comprar online, al cerrar una sesión de trabajo o simplemente cuando nos asalta un vago sentimiento de culpa digital, como si estuviéramos limpiando las migas de nuestra actividad en la red. Es un gesto que nos han enseñado como la panacea de la privacidad, porque esta acción nos da una falsa sensación de control sobre nuestra privacidad online. Pero, ¿y si te dijera que ese gesto es, en gran medida, un placebo? ¿Y si la verdadera vigilancia se produce por una puerta trasera que ni siquiera sabes que existe?

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La cruda realidad, confirmada por expertos en ciberseguridad y protección de datos, es que el debate sobre la gestión de las cookies se ha quedado obsoleto. La tecnología de rastreo ha evolucionado a una velocidad endiablada, dejando nuestras viejas costumbres de «limpieza» completamente inútiles. El problema ya no es ese pequeño archivo de texto que se guarda en tu ordenador, porque el verdadero sistema de rastreo es mucho más sofisticado, persistente e invisible que las simples cookies. Sigue leyendo, porque lo que vas a descubrir a continuación no es un truco, sino un cambio de mentalidad fundamental para navegar de forma segura.

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¿POR QUÉ BORRARLAS ES COMO BARRER DEBAJO DE LA ALFOMBRA?

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Seamos sinceros: la mayoría de nosotros aceptamos las cookies sin leer y luego las borramos con la esperanza de empezar de cero. Es una reacción casi pavloviana a esos molestos banners que invaden cada web. Creemos que al eliminar esos archivos, estamos borrando nuestro rastro, impidiendo que las empresas sepan qué nos gusta, qué buscamos o qué queremos comprar. Pero la realidad es mucho más desalentadora. Mientras tú haces clic en «borrar historial», los mecanismos de seguimiento ya han hecho su trabajo, ya que este gesto es en gran medida ineficaz porque los sistemas de seguimiento actuales han evolucionado más allá de estos ficheros.

Imagina que entras en una tienda y un dependiente te sigue, anotando todo lo que miras. Al salir, borras la nota de su libreta. ¿Sirve de algo? No, porque el dependiente ya te ha visto, ya sabe tus intereses y, lo que es peor, ya ha comunicado esa información a una central. En el mundo digital pasa lo mismo. En los milisegundos que tarda en cargar una página, la información sobre tus intereses ya ha sido recopilada, analizada y, en muchos casos, vendida en tiempo real a anunciantes. Borrar las cookies después es como cerrar la puerta del establo cuando el caballo ya se ha escapado.

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