Especial 20 Aniversario

Un valenciano no se muerde la lengua y avisa: Si tu paella lleva esto, por favor, no la llames valenciana

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La paella es mucho más que un plato; es una declaración de intenciones, un ritual social y casi una cuestión de Estado para cualquier valenciano. Cada domingo, en chalets, apartamentos y casas de la huerta, se enciende un fuego que va más allá de la simple cocción, es una llama que mantiene viva una herencia. Sin embargo, esa herencia se ve constantemente amenazada por una plaga de sacrilegios culinarios que se atreven a usar su nombre en vano. ¿Te has preguntado alguna vez por qué un valenciano se altera tanto al ver chorizo en el arroz? La respuesta es más profunda de lo que imaginas, porque la auténtica receta valenciana tiene unos límites muy claros que muchos desconocen.

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La polémica no es un simple capricho de puristas con el ceño fruncido. Detrás de cada ingrediente defendido a capa y espada hay una historia, una lógica aplastante ligada a la tierra y al paisaje. Cuando alguien presenta un “arroz con cosas” y lo bautiza como el plato insignia valenciano, no solo comete un error gastronómico, sino que ignora siglos de cultura. Es una ofensa que resuena en el corazón de la ‘terreta’, porque lo que se defiende no es solo una lista de ingredientes, sino una herencia cultural que une a familias enteras. Y es que este manjar, en su versión original, es un equilibrio tan delicado que cualquier añadido extraño lo desmorona por completo.

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DEFENDER LA TRADICIÓN NO ES SER UN ‘TALIBÁN’ DEL ARROZ

Fuente Freepik

A menudo, a quienes defienden la pureza de la receta se les tacha de intransigentes o ‘talibanes’ gastronómicos. Pero esta defensa no nace de un afán por limitar la creatividad, sino por preservar un patrimonio cultural inmaterial. Es un ejercicio de respeto, similar al que se tiene por la denominación de origen de un vino o un queso. El debate sobre la paella no busca prohibir que la gente cocine el arroz como le plazca, sino que se llame a las cosas por su nombre. Es un acto de justicia hacia el plato de la terreta, porque proteger la receta original no implica despreciar otras variantes de arroz, sino dar a cada plato su nombre y su lugar.

Al final del día, más allá de la receta y la técnica, lo que importa es lo que ocurre alrededor del fuego. La paella es sinónimo de domingo, de familia, de amigos, de sobremesas que se alargan hasta el atardecer. Es el centro de la celebración, el plato que corona los momentos importantes y convierte un día cualquiera en una fiesta. Quizás, lo que de verdad molesta de verla maltratada es sentir que se banaliza ese ritual. En un mundo que avanza a toda velocidad, defender este manjar valenciano es aferrarse a algo auténtico, a un sabor que nos recuerda de dónde venimos y, sobre todo, a la alegría de compartir. Porque al final, una buena paella es una excusa para reunirse, compartir y celebrar la vida alrededor del fuego.

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