Especial 20 Aniversario

Un biólogo alerta: ‘Hervir el marisco con laurel es un error garrafal’

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Un reputado biólogo ha lanzado una advertencia que resuena con la fuerza de una verdad incómoda en las cocinas de toda España, especialmente ahora que nos acercamos a épocas de celebraciones y grandes mariscadas. La afirmación es tan rotunda como polémica y atenta directamente contra uno de los pilares de la sabiduría popular culinaria, la costumbre de añadir una hoja de laurel a la cocción del marisco. Este gesto, casi un ritual heredado de nuestras abuelas, es calificado por el experto como un «error garrafal», una práctica que, lejos de mejorar el resultado final, en realidad lo sabotea de una manera que la mayoría de los comensales ignora por completo, despojando al producto de su verdadera esencia y enmascarando los delicados aromas que definen su calidad.

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La controversia no radica en un simple capricho gustativo, sino que se fundamenta en la pura ciencia de los aromas y los compuestos químicos. El problema, según se detalla, tiene un nombre concreto: el eucaliptol. Este potente compuesto presente en el laurel es el responsable de aniquilar la sutileza del mar, ese perfume yodado y dulce que buscamos en una buena gamba, una cigala fresca o un percebe recién cocido. La advertencia nos obliga a cuestionar una tradición profundamente arraigada, invitándonos a redescubrir el sabor auténtico del marisco a través de una lente científica que choca frontalmente con el recetario tradicional, un desafío que podría cambiar para siempre nuestra forma de disfrutar de estas joyas gastronómicas.

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LAUREL EN LA OLLA: ¿TRADICIÓN VENERADA O SACRILEGIO CULINARIO?

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La imagen es familiar en millones de hogares españoles: una olla grande con agua hirviendo, un puñado generoso de sal y, como toque final e indispensable, una o dos hojas de laurel. Este gesto se ha perpetuado como un símbolo de la cocina casera bien hecha, una práctica transmitida de generación en generación como un dogma incuestionable. El aroma que desprende la hoja al contacto con el calor se asocia con limpieza, con sabor y con el respeto por una receta que «siempre se ha hecho así». Pocos se han detenido a pensar si este añadido herbáceo realmente aporta un valor positivo al producto o si, por el contrario, estamos cometiendo un acto de sabotaje involuntario contra la delicada naturaleza del marisco que tanto nos ha costado adquirir.

Esta costumbre, tan extendida que parece una ley no escrita, se enfrenta ahora al escrutinio de la ciencia. Según la perspectiva de más de un biólogo marino, este ritual culinario se basa más en un efecto placebo aromático que en una mejora real del sabor. La creencia popular sostiene que el laurel «mata el mal sabor» o «le da un toque», pero la realidad química es mucho menos poética y bastante más agresiva. Lo que percibimos como un aroma agradable y familiar es, en el contexto de la cocción del marisco, una invasión que anula las notas sápidas más valiosas y sutiles del producto, una verdad incómoda que pone en jaque décadas de tradición culinaria y nos obliga a replantearnos si el camino correcto no será, precisamente, el más simple de todos.

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