Pocos platos definen la identidad de un país como la tortilla de patatas. Es mucho más que una simple receta; es un símbolo, un punto de encuentro, una bandera gastronómica que ondea en cada hogar y en cada barra de bar. Pero bajo su apariencia dorada y humilde se esconde una de las grandes grietas que dividen a España, una guerra civil culinaria que se libra en silencio en millones de cocinas. Este debate, que parece trivial, ya que es en realidad una declaración de principios que se libra en cada cocina y barra de bar de España, es el eterno dilema: ¿con o sin cebolla? La respuesta a esa pregunta te define, te posiciona y, a menudo, te enfrenta a amigos y familiares.
La trinchera está clara y no admite neutrales. O eres de un bando o eres del otro. Para los defensores de la pureza, de la receta canónica que ensalza la trinidad del huevo, la patata y el aceite, la cebolla es un sacrilegio. La consideran un ingrediente invasor que contamina y enmascara el sabor auténtico del plato. En cambio, para la legión de «concebollistas», la vida sin ella es simplemente más sosa. Para ellos, una tortilla de patatas sin la jugosidad y el dulzor que aporta este bulbo es un plato incompleto. La receta perfecta no existe, pues la cebolla es un intruso que enmascara y adultera el equilibrio sagrado entre el huevo y la patata, un añadido que desvirtúa la esencia del manjar.
1DOS ESPAÑAS, UNA SARTÉN: ¿DE QUÉ LADO ESTÁS?

La fractura es tan profunda que ha generado dos bandos irreconciliables con argumentos que defienden con la pasión de un forofo de fútbol. En un lado del ring, los ‘sincebollistas’, puristas que defienden que la receta original solo contempla tres ingredientes: patata, huevo y aceite de oliva. Para ellos, el sabor de la tortilla de patatas debe ser limpio, honesto, un homenaje al producto. La patata, pochada lentamente en aceite, debe saber a patata, y el huevo, a huevo. Cualquier añadido es un artificio, una distorsión. Esta visión de la tortilla española, ya que puristas que defienden que la receta original solo contempla tres ingredientes: patata, huevo y aceite de oliva, se basa en el principio de que la sencillez es la máxima sofisticación.
Frente a ellos, los ‘concebollistas’, legión que argumenta que la evolución es parte de la tradición y que la cocina española es rica precisamente por su capacidad de incorporar y mejorar. Para este bando, la cebolla no es una intrusa, sino una aliada que eleva el plato a otra dimensión. Sostienen que una cebolla bien pochada, caramelizada lentamente en el mismo aceite de las patatas, aporta una humedad y un contrapunto dulce que la tortilla de patatas necesita para no ser seca y monótona. Su argumento es imbatible para muchos, porque legión que argumenta que la cebolla pochada aporta una jugosidad y un contrapunto dulce insustituibles, y que renunciar a ella es renunciar a una versión superior del plato.