El café es mucho más que una simple bebida; es el motor de arranque de nuestras mañanas, la excusa perfecta para una charla y el compañero infalible de largas jornadas. Lo preparamos de mil maneras y lo consumimos casi por inercia, confiando en ese ritual que nos reconforta y nos activa. Pero, ¿y si te dijera que un detalle aparentemente insignificante, uno que pasas por alto cada día, podría estar saboteando sus beneficios e incluso tu salud? No, no hablamos del azúcar ni de la leche, sino de algo mucho más básico que lo cambia todo. De hecho, el secreto para disfrutarlo sin riesgos está en el termómetro. ¿A que nunca lo habías pensado?
Esa humeante taza que sostienes entre las manos esconde una ciencia delicada. Nos han enseñado que lo caliente es sinónimo de recién hecho, de calidad, pero la realidad es tozuda y bastante más compleja. Pocos saben que llevar esta bebida matutina a un calor extremo no solo quema nuestro paladar, impidiendo saborear sus complejos matices, sino que desencadena una reacción química indeseable. La clave, según los expertos, está en un umbral que muchos superamos sin darnos cuenta, ya que superar los 85 grados centígrados durante su preparación libera compuestos potencialmente nocivos. Sigue leyendo, porque lo que vas a descubrir cambiará para siempre tu forma de preparar este elixir negro.
2¿QUÉ SON LOS FURANOS Y POR QUÉ DEBERÍAN PREOCUPARTE?

Puede que el término «furano» te suene a chino, pero está más presente en tu vida de lo que imaginas. No es un aditivo artificial ni un contaminante externo; es un compuesto que se forma de manera natural en ciertos alimentos cuando los sometemos a un tratamiento térmico, como tostar, hornear o esterilizar. El pan tostado, las patatas fritas, la comida para bebés envasada y, sí, también el café, contienen furanos. Se originan a partir de la degradación de azúcares, ácidos grasos insaturados y vitamina C. Por lo tanto, los furanos son compuestos orgánicos que se generan de forma natural al aplicar altas temperaturas a los alimentos.
El problema reside en su acumulación y en su potencial efecto sobre el organismo a largo plazo. La preocupación no es nueva, y diversos organismos llevan años estudiándolos. Aunque la exposición a través de una dieta variada se considera moderada, el café es una de las principales fuentes de furanos en la dieta de los adultos debido a su alto consumo. En este sentido, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) los clasifica como «posiblemente carcinógenos para los humanos», lo que invita a la prudencia. La buena noticia es que, en el caso de esta infusión de cafeína, tenemos un control directo sobre su formación final justo antes de beberla.