Casi todos tenemos un seguro para nuestro móvil, esa pequeña cuota mensual que pagamos con la tranquilidad de saber que, si algo le pasa a nuestro compañero digital inseparable, estaremos cubiertos. Lo que muchos no saben es que la mayoría de estas pólizas no cubren roturas accidentales o la pérdida del dispositivo, dejándote desprotegido en el peor momento y con una sensación de engaño difícil de digerir. ¿Estás seguro de lo que firmas? Sigue leyendo y descubre por qué podrías estar tirando el dinero cada mes sin saberlo, y lo que es más importante, cómo podrías recuperarlo.
Esa tranquilidad que sientes al pagar cada mes una pequeña cuota podría ser una ilusión muy bien construida. El problema se agrava cuando descubres que muchos de estos seguros se contratan sin un consentimiento explícito e informado del cliente, una práctica más común de lo que imaginas y que se esconde tras la letra pequeña de contratos de financiación o ventas telefónicas agresivas. Pero no todo está perdido. Existe una puerta trasera para anular ese cargo y reclamar lo que es tuyo. La clave está en saber identificar las grietas del sistema.
3EL TRUCO DE LA «VENTA ASOCIADA»: ¿TE LO COLARON SIN MÁS?

Una de las prácticas más controvertidas es la forma en que te «cuelan» el seguro. ¿Recuerdas cuando fuiste a financiar la compra de tu nuevo móvil? Es el momento perfecto para el comercial. El momento clave es la financiación, donde a menudo se presenta el seguro como un requisito obligatorio para acceder al crédito, una práctica que roza la ilegalidad al ser una venta vinculada y no informada como opcional. Aceptas porque quieres el teléfono y, sin darte cuenta, has firmado un contrato adicional que engorda la factura final cada mes.
La otra vía de entrada es la llamada telefónica, a menudo de tu propia operadora. Con un discurso rápido y lleno de supuestos beneficios, te ofrecen proteger tu móvil por «muy poco al mes». Te sorprendería saber con qué frecuencia el contrato se cierra por teléfono sin enviar la documentación completa y detallada por escrito, basándose en un consentimiento verbal viciado y poco transparente. Cuando quieres darte cuenta, ya llevas meses pagando por un servicio cuyas condiciones reales desconoces por completo. La falta de transparencia es su mejor arma.