Casi todos tenemos un seguro para nuestro móvil, esa pequeña cuota mensual que pagamos con la tranquilidad de saber que, si algo le pasa a nuestro compañero digital inseparable, estaremos cubiertos. Lo que muchos no saben es que la mayoría de estas pólizas no cubren roturas accidentales o la pérdida del dispositivo, dejándote desprotegido en el peor momento y con una sensación de engaño difícil de digerir. ¿Estás seguro de lo que firmas? Sigue leyendo y descubre por qué podrías estar tirando el dinero cada mes sin saberlo, y lo que es más importante, cómo podrías recuperarlo.
Esa tranquilidad que sientes al pagar cada mes una pequeña cuota podría ser una ilusión muy bien construida. El problema se agrava cuando descubres que muchos de estos seguros se contratan sin un consentimiento explícito e informado del cliente, una práctica más común de lo que imaginas y que se esconde tras la letra pequeña de contratos de financiación o ventas telefónicas agresivas. Pero no todo está perdido. Existe una puerta trasera para anular ese cargo y reclamar lo que es tuyo. La clave está en saber identificar las grietas del sistema.
1¿DE VERDAD TE CUBRE SI SE TE CAE AL SUELO?

La imagen es un clásico: tu flamante teléfono se escurre de tus manos y la pantalla se hace añicos contra el suelo. Piensas «menos mal que tengo seguro», pero la sorpresa puede ser mayúscula. La cruda realidad es que, al revisar la póliza del seguro de tu móvil, las aseguradoras suelen excluir los daños por ‘negligencia’ o ‘descuido’ del usuario, un cajón de sastre donde cabe casi cualquier accidente cotidiano. Desde una caída tonta hasta dejarlo cerca de un líquido, la compañía puede argumentar que no has sido suficientemente cuidadoso para lavarse las manos y dejarte con el problema.
Pero el laberinto de exclusiones no termina ahí, ni mucho menos. ¿Y si te lo roban del bolsillo en el metro sin que te des cuenta o lo pierdes en un descuido? Mala suerte. Lo que te venden como protección total esconde que la cobertura se limita a menudo a robos con violencia o intimidación, dejando fuera el hurto o la simple pérdida, que son estadísticamente los incidentes más frecuentes. De repente, esa cobertura de tu dispositivo que creías tener se desvanece, demostrando que no leíste bien la letra pequeña, esa que está diseñada precisamente para no ser leída con atención.