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Drip pricing: el truco de las aerolíneas y hoteles para que el precio final sea un 30% más caro que el que viste al principio

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El drip pricing es esa sensación que te recorre el cuerpo cuando, tras pasar media hora buscando el vuelo perfecto para tus vacaciones, llegas a la pantalla de pago y el precio, mágicamente, ya no es el que era. Es ese chollo de hotel que se va inflando con cada clic, como si le estuvieras inyectando aire con el ratón. Lo has vivido, seguro. Esa mezcla de incredulidad, rabia y, finalmente, resignación. Porque no es un error del sistema, no. Al contrario, es una estrategia meticulosamente diseñada para que termines pagando mucho más de lo que tu cerebro había registrado como «barato». Y lo peor es que, una vez que estás en la recta final, con la tarjeta en la mano y la ilusión en el cuerpo, es muy difícil dar marcha atrás. Es la trampa del precio inicial, un cebo perfecto.

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Pero, ¿cómo es posible que algo tan frustrante funcione tan bien? La respuesta está en nuestra propia mente. Nos presentan un precio base irresistiblemente bajo, y nuestro juicio se nubla. Ya nos vemos en esa playa, en esa ciudad europea. El resto del proceso se convierte en un mero trámite. Cuando los costes añadidos empiezan a aparecer, uno a uno, como un goteo incesante, ya es tarde. El cerebro los procesa como pequeños inconvenientes, no como parte del coste real. Así es como los precios por goteo nos manipulan, la técnica explota sesgos cognitivos para anular nuestro juicio crítico en el momento clave de la compra. Es una partida de póker en la que la banca sabe perfectamente las cartas que vas a jugar antes de que te las repartan.

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MÁS ALLÁ DE VIAJAR: EL GOTEO QUE NO CESA

Fuente Pexels

Aunque las aerolíneas y los hoteles son los casos más flagrantes, esta práctica se ha contagiado a muchos otros sectores. ¿Has comprado entradas para un concierto últimamente? Los famosos «gastos de gestión» son el ejemplo perfecto. Un cargo que no puedes evitar y que solo conoces al final. Lo mismo ocurre con las aplicaciones de comida a domicilio, que suman «gastos de servicio» o «tasas de envío» que convierten un pedido asequible en algo bastante más caro. El drip pricing ha colonizado el comercio electrónico. Allá donde mires, esta práctica se ha extendido a casi cualquier servicio online donde la competencia por precio es feroz, desde el alquiler de coches hasta la compra de productos con supuestos envíos gratuitos que luego no lo son tanto.

El efecto de esta estrategia del precio fragmentado va más allá del enfado momentáneo. Tiene una consecuencia económica real en nuestros bolsillos. Esos pequeños euros que se suman compra tras compra acaban conformando una cantidad significativa a final de año. Pero el daño más profundo es otro: la pérdida de confianza. Esta es la consecuencia más perniciosa del drip pricing. Nos volvemos cínicos, desconfiados. Cada oferta nos parece un engaño potencial. En el fondo, el goteo constante de pequeños cargos erosiona la confianza del consumidor y distorsiona la percepción del valor real de los productos y servicios, creando una relación tensa y de sospecha permanente entre las marcas y sus clientes.

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