El drip pricing es esa sensación que te recorre el cuerpo cuando, tras pasar media hora buscando el vuelo perfecto para tus vacaciones, llegas a la pantalla de pago y el precio, mágicamente, ya no es el que era. Es ese chollo de hotel que se va inflando con cada clic, como si le estuvieras inyectando aire con el ratón. Lo has vivido, seguro. Esa mezcla de incredulidad, rabia y, finalmente, resignación. Porque no es un error del sistema, no. Al contrario, es una estrategia meticulosamente diseñada para que termines pagando mucho más de lo que tu cerebro había registrado como «barato». Y lo peor es que, una vez que estás en la recta final, con la tarjeta en la mano y la ilusión en el cuerpo, es muy difícil dar marcha atrás. Es la trampa del precio inicial, un cebo perfecto.
Pero, ¿cómo es posible que algo tan frustrante funcione tan bien? La respuesta está en nuestra propia mente. Nos presentan un precio base irresistiblemente bajo, y nuestro juicio se nubla. Ya nos vemos en esa playa, en esa ciudad europea. El resto del proceso se convierte en un mero trámite. Cuando los costes añadidos empiezan a aparecer, uno a uno, como un goteo incesante, ya es tarde. El cerebro los procesa como pequeños inconvenientes, no como parte del coste real. Así es como los precios por goteo nos manipulan, la técnica explota sesgos cognitivos para anular nuestro juicio crítico en el momento clave de la compra. Es una partida de póker en la que la banca sabe perfectamente las cartas que vas a jugar antes de que te las repartan.
3¿ES LEGAL ESTE ‘MAQUILLAJE’ DE PRECIOS?

Aquí entramos en un terreno pantanoso, un gris legal que las compañías explotan con maestría. En teoría, la normativa europea y la española exigen que el consumidor conozca el precio final completo, con todos los impuestos y tasas incluidos, antes de formalizar el pago. Y, técnicamente, las empresas cumplen. El problema es el «cuándo». Te muestran el desglose justo al final, cuando ya estás emocionalmente comprometido con la compra. La ambigüedad legal es el mejor aliado del drip pricing. La ley no impide que te muestren un precio base irreal durante todo el proceso, siempre que el real aparezca en la última pantalla. Por ello, la ley a menudo solo exige que el precio final se muestre antes del pago, sin especificar en qué momento exacto del proceso.
Ante esta situación, las asociaciones de consumidores como la OCU o FACUA llevan años batallando para exigir una mayor transparencia desde el inicio. Reclaman que el primer precio que vea el usuario sea el precio final real, el que va a pagar, sin sorpresas. Quieren eliminar por completo estas tarifas engañosas. En algunos países se han dado pasos para obligar a las empresas a ser más claras, pero la picaresca siempre encuentra nuevos vericuetos. Una batalla constante contra el drip pricing, donde las organizaciones de consumidores luchan por una transparencia total desde el primer clic, buscando que el precio que se anuncia sea el que finalmente se paga, sin costes ocultos ni asteriscos.