El timo del ‘hijo en apuros’ en WhatsApp se ha convertido en una de las pesadillas más recurrentes para miles de familias en España, una estafa tan simple como devastadora que juega con nuestro instinto más primario: el de proteger a los nuestros. Imagina la escena: recibes un mensaje de un número desconocido. «Hola papá/mamá, soy yo. Se me ha roto el móvil y este es mi número temporal». El corazón se te encoge un instante, pero la familiaridad del saludo te tranquiliza. Sin embargo, justo cuando bajas la guardia, llega el golpe. El supuesto hijo te cuenta que tiene un problema urgente, una factura que no puede pagar desde el nuevo terminal, y te pide una transferencia. En ese torbellino de preocupación y confusión, la estafa se basa en suplantar la identidad de un hijo para pedir una transferencia urgente alegando un problema grave y es ahí, en esa vulnerabilidad, donde los ciberdelincuentes encuentran su mina de oro, aprovechando la confianza ciega que depositamos en esta popular app de mensajería.
¿Y por qué funciona tan bien? ¿Qué resorte psicológico tocan estos delincuentes para que personas inteligentes y prudentes acaben transfiriendo miles de euros a un completo extraño? La respuesta es más sencilla y aterradora de lo que parece: el amor. La trampa no se apoya en una tecnología sofisticada ni en un hackeo complejo, sino en la manipulación emocional más pura y dura. Tejen una narrativa de emergencia, de apuro, que anula por completo nuestro pensamiento racional. La conversación a través de la popular aplicación verde está meticulosamente diseñada para no darte tiempo a pensar, a dudar, a hacer la pregunta clave que lo desmontaría todo. Y es que los ciberdelincuentes explotan el vínculo emocional más fuerte, el de un padre o una madre con su hijo, para anular su juicio crítico. Saben que, ante la posibilidad de que un hijo esté en problemas, la lógica pasa a un segundo plano y el impulso de ayudar se convierte en la única prioridad.
5¿POR QUÉ SEGUIMOS CAYENDO? LA VULNERABILIDAD HUMANA

Podríamos pensar que, con toda la información disponible, estas estafas deberían estar en declive. Pero la realidad es que siguen funcionando a pleno rendimiento. Y la razón es que no atacan nuestra inteligencia, sino nuestras emociones. No importa cuántos títulos universitarios tengas o lo experto que seas en tecnología; el miedo a que un ser querido esté en peligro es un interruptor que nos cortocircuita a todos. Los criminales que se esconden detrás de una foto de perfil en WhatsApp lo saben y lo explotan sin piedad. No es una cuestión de ser ingenuo, es una cuestión de ser humano. La Guardia Civil y la Policía Nacional no se cansan de repetirlo: la mejor defensa es la prevención y la desconfianza serena. Una simple llamada de teléfono al número de siempre de tu hijo basta para desmontar todo el engaño. Y es que esta estafa no triunfa por la sofisticación tecnológica, sino porque apunta directamente a nuestro instinto más primario: el de proteger a nuestros seres queridos a cualquier precio, un instinto que nos define y que, paradójicamente, nos hace vulnerables en el servicio de mensajería.
Al final, este tipo de fraudes nos recuerda la doble cara de la tecnología que tanto nos facilita la vida. Una aplicación como WhatsApp nos permite estar en contacto permanente con nuestros hijos, saber que están bien, compartir momentos al instante. Nos da una sensación de cercanía y seguridad sin precedentes. Pero esa misma inmediatez, esa confianza que depositamos en la pantalla de nuestro móvil, es el campo de juego perfecto para quienes buscan aprovecharse de nuestros afectos. La clave, quizás, no está en demonizar la tecnología, sino en aprender a usarla con un sano escepticismo, recordando que detrás de cada mensaje hay una persona, y que a veces, esa persona no es quien dice ser. Porque la misma tecnología que nos permite sentirnos cerca de los nuestros en segundos es la que puede ser manipulada para convertir el amor en el arma perfecta para un engaño, una lección que debemos aprender para navegar con seguridad por el complejo mundo digital que se despliega en el chat del teléfono.