Salir a la puerta de casa a despedir el día, conversar con los vecinos, compartir risas al caer la tarde… hasta hace poco formaba parte de la rutina diaria en muchos pueblos de nuestro país. Esta costumbre española, tan nuestra, ha sido durante décadas una práctica habitual, especialmente entre personas mayores que residen, sobre todo, en áreas rurales.
Sin embargo, en los últimos meses, varias autoridades locales han establecido normas estrictas que limitan este hábito con sanciones que pueden llegar a 500 €. ¿Por qué ahora y cómo se justifica que una costumbre española tan básica y arraigada ahora sea sinónimo de multa?
2‘Tomar el fresco’: Una tradición cuestionada por la seguridad y el orden

La calle se ha considerado desde siempre una extensión de los hogares rurales en España. Sus habitantes han compartido historias, confidencias y silencios al caer la tarde como parte de sus costumbres. Sin embargo, las autoridades municipales alegan que esta forma de socializar no puede afectar el tráfico peatonal, la limpieza urbana o interferir en posibles emergencias. También han señalado que en espacios estrechos, la presencia de mobiliario improvisado por los vecinos puede dificultar el paso.
En Barcelona, también se busca controlar otras conductas consideradas molestas o peligrosas: la realización de barbacoas en balcones, el consumo de alcohol en la vía pública y ruidos nocturnos, entre otras. La idea es equilibrar el descanso vecinal y el civismo, aunque muchos vecinos ya están denunciando que una parte importante de la población se ve afectada sin haber sido consultada sobre estos cambios.
Vecinos y asociaciones culturales de diversas áreas rurales han expresado su rechazo a esta normativa que atenta contra sus costumbres. Consideran que se está criminalizando algo tan cotidiano como una tertulia en la puerta al atardecer. La sensibilidad cultural ante esta restricción es alta, especialmente en zonas rurales, donde la vida transcurre más lentamente y dichos encuentros a ‘tomar el fresco’ son esenciales, sobre todo entre personas mayores. Para ellos, penalizar esta costumbre española que lleva décadas vigente supone un paso atrás en términos sociales.