Aunque muchos conocen que los frutos secos son una fuente natural de vitaminas y minerales, pocos se detienen a pensar en la sorprendente cantidad de beneficios que estos pequeños bocados salados pueden ofrecer a nuestra salud. Desde reducir el riesgo de enfermedades cardíacas hasta mejorar la función cognitiva, estos alimentos no solo son sabrosos y versátiles: también son aliados silenciosos de nuestra salud integral.
Y si bien durante décadas se los evitó por su alto contenido calórico, la ciencia actual los ha reivindicado. Hoy sabemos que incluir solo 30 gramos diarios de frutos secos en nuestra dieta puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un impresionante 21%. Y eso es apenas el comienzo.
2Las almendras: fibra, calcio y piel más joven

Dentro del universo de los frutos secos, las almendras ocupan un lugar de honor. Son las favoritas de numerosos nutricionistas por sus altos niveles de fibra –14,3 gramos por cada 100 gramos–, que ayudan al control de peso, regulan la digestión y pueden reducir el riesgo de cáncer y diabetes tipo 2.
Pero sus beneficios no terminan ahí. Son una fuente excelente de vitamina E, el antioxidante que cuida nuestra piel, refuerza el sistema inmune y favorece la circulación. También contienen grandes cantidades de magnesio (258 miligramos por cada 100 gramos), fundamental para la función muscular.
¿Y qué pasa con el colesterol? Las almendras también tienen algo que decir: su piel está repleta de polifenoles antioxidantes, compuestos que pueden prevenir la oxidación del colesterol LDL o «malo». Además, su aporte de calcio y fósforo es clave para mantener una buena salud ósea. En pocas palabras, este fruto seco es un verdadero comodín nutricional.