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¿Es tan malo como parece? Lo que la ciencia realmente opina sobre el helado

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Con la llegada del verano, no hay mejor imagen que la de un paseo al sol, con ropa ligera y un cucurucho frío entre las manos. El helado, ese clásico de la temporada, se cuela en nuestras sobremesas, meriendas y escapadas. Pero, aunque su sabor nos resulte casi irresistible, muchas veces nos queda la duda: ¿realmente puede este alimento formar parte de una dieta equilibrada?

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En los últimos años, no han sido pocos los estudios que apuntan a posibles beneficios asociados al consumo de helados, lo que ha generado cierta confusión. ¿Es el helado saludable o simplemente es un placer que debemos disfrutar con moderación? En este artículo, te contaremos todo lo que necesitas saber para tomar decisiones informadas, sin caer en extremos ni demonizar alimentos que, en realidad, pueden tener su lugar.

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¿Qué pasa cuando el helado se convierte en un hábito?

¿Qué pasa cuando el helado se convierte en un hábito?
Fuente: Agencias

Cuando el consumo de helado deja de ser algo ocasional y se transforma en una rutina diaria, es cuando aparecen los verdaderos riesgos. El helado, como alimento alto en azúcares y grasas, puede convertirse en una fuente constante de calorías extra, lo que a la larga favorece el desarrollo de enfermedades metabólicas.

Un estudio publicado en la revista científica Nutrients en 2019 por un equipo de investigación italiano relacionó el consumo frecuente de helado con la aparición de enfermedad del hígado graso no alcohólico. Esta afección, cada vez más común, está vinculada al exceso de azúcares simples y grasas saturadas, y puede derivar en complicaciones hepáticas si no se trata a tiempo.

Además, el consumo habitual de este tipo de alimento puede desplazar otros más nutritivos. Por ejemplo, si comemos helado todos los días como postre, es probable que dejemos de lado frutas frescas, yogures naturales o frutos secos, que sí aportan fibra, antioxidantes, vitaminas y minerales.

Esto no significa que no podamos disfrutar de un helado de vez en cuando. La clave, una vez más, está en la moderación. Una dieta equilibrada no se construye sobre la base de prohibiciones estrictas, sino sobre decisiones conscientes. El problema no es el helado en sí, sino el contexto en el que se consume y la frecuencia con la que aparece.

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