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¿Es tan malo como parece? Lo que la ciencia realmente opina sobre el helado

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Con la llegada del verano, no hay mejor imagen que la de un paseo al sol, con ropa ligera y un cucurucho frío entre las manos. El helado, ese clásico de la temporada, se cuela en nuestras sobremesas, meriendas y escapadas. Pero, aunque su sabor nos resulte casi irresistible, muchas veces nos queda la duda: ¿realmente puede este alimento formar parte de una dieta equilibrada?

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En los últimos años, no han sido pocos los estudios que apuntan a posibles beneficios asociados al consumo de helados, lo que ha generado cierta confusión. ¿Es el helado saludable o simplemente es un placer que debemos disfrutar con moderación? En este artículo, te contaremos todo lo que necesitas saber para tomar decisiones informadas, sin caer en extremos ni demonizar alimentos que, en realidad, pueden tener su lugar.

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Un alimento sabroso, pero con matices nutricionales

Un alimento sabroso, pero con matices nutricionales
Fuente: Agencias

Para comenzar, hay que dejar algo claro desde el principio: el helado no es, en líneas generales, un alimento saludable. Esto no quiere decir que debamos eliminarlo por completo de nuestra dieta, pero sí conviene saber qué estamos comiendo cada vez que lo elegimos como postre o merienda.

La mayoría de los helados industriales contienen altas cantidades de azúcares, grasas saturadas y calorías vacías. Estos tres factores, en conjunto, pueden favorecer el desarrollo de sobrepeso, caries, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares si su consumo se vuelve habitual o desmedido. Es decir, como ocurre con muchos productos ultraprocesados, su perfil nutricional deja bastante que desear.

Sin embargo, y aquí viene el matiz importante, eso no significa que el helado no pueda tener un hueco en nuestra alimentación. La clave está en cómo lo incorporamos, en qué cantidad, con qué frecuencia y qué tipo de helado elegimos. Hay una gran diferencia entre tomar un pequeño helado artesano con base de fruta y optar por uno industrial repleto de jarabes, aceites y saborizantes artificiales. En otras palabras: no todos son iguales, y no todos aportan lo mismo a nuestra salud.

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