Pocas frutas tienen el poder refrescante, ligero y saludable que ofrece la sandía, especialmente en los meses más calurosos del año. Con su sabor suave, su abundante contenido de agua y su perfil nutricional casi perfecto, se ha ganado el corazón —y la mesa— de muchos hogares españoles. Sin embargo, no todas las sandías que vemos en los estantes del supermercado son igual de seguras.
El nutricionista y divulgador Pablo Ojeda lanzó recientemente una advertencia contundente. Su mensaje fue claro: evitar comprar sandía ya cortada si no se encuentra perfectamente refrigerada, ya que su consumo podría suponer un riesgo real para nuestra salud. A continuación, te contaremos qué ocurre exactamente con estas piezas partidas y por qué deberías pensarlo dos veces antes de llevarte una a casa.
4Los riesgos de consumir sandía mal conservada
A simple vista, la sandía puede parecer inofensiva. Su color vivo, su textura húmeda y su sabor dulce nos transmiten una sensación de frescura. Sin embargo, si ha estado mal conservada, las consecuencias pueden ser serias. Estas son algunas de las principales complicaciones que puede causar su consumo en mal estado:
- Intoxicaciones alimentarias, con síntomas como fiebre, vómitos o dolor abdominal.
- Problemas digestivos, que van desde malestar leve hasta diarreas persistentes.
- Presencia de bacterias peligrosas, como E. coli, Listeria o Salmonella.
- Pérdida de nutrientes esenciales, lo que reduce sus beneficios para la salud.
La clave está en el tiempo. Si la sandía ha sido cortada hace poco, ha sido manipulada correctamente y se ha mantenido en frío, los riesgos se minimizan. Pero si ha estado varias horas a temperatura ambiente, puede convertirse en una bomba de bacterias sin que lo notes por el sabor o el olor.





