Desde hace algunos años, OnlyFans se ha instalado en el imaginario colectivo como una plataforma digital donde miles de mujeres —y en menor medida, hombres— venden contenido, principalmente sugerente, directo a suscriptores. Inicialmente, la idea sugiere ser empoderadora: mujeres que pueden controlar su contenido, sus horarios, sus ganancias. Sin embargo, cada día hay más voces alertando de que lo que se ofrece como libertad, en realidad, podría tratarse de una nueva versión del sistema de dominación sexual de siempre, conocido anteriormente como explotación, pero adaptado a la era digital.
Personalidades del espectáculo, como la cantante Nathy Peluso, dieron su voto de confianza a la plataforma, pero posteriormente la artista, en específico, decidió cerrar su cuenta después de un breve paso por la plataforma, confesando el «terror» que le ocasionó la experiencia. Por otro lado, están los más optimistas, como Lily Allen que asegura ganar mini fortunas vendiendo fotos de sus pies. Incluso, el presentador de RTVE, David Broncano, admitió en uno de los programas de ‘La Revuelta’, en tono de broma, que le han propuesto abrir una cuenta. El fenómeno de OnlyFans ha permeado tanto en la cultura pop como en los entornos académicos, sociales y feministas, creando un debate cada día más normalizado.
1Más del 97 % del contenido de OnlyFans lo protagonizan mujeres

Según datos de Hubite, más del 97 % del contenido expuesto en OnlyFans pertenece a mujeres, mientras que solo el 3 % es de hombres. Por su parte, la firma GfK ha revelado que el rango de los perfiles con mayor consumo de contenido explícito son hombres jóvenes, de entre 25 y 44 años. La plataforma para adultos se presenta como una oportunidad para obtener ingresos rápidos y lograr empoderamiento, sin embargo, los números y los testimonios muestran una realidad más desequilibrada: mujeres mostrando sus cuerpos y hombres pagando por verlos.
En el informe ‘OnlyFans: un espacio blanqueado del negocio del sexo’, publicado por la Federación Mujeres Jóvenes, ha advertido que estamos ante una plataforma que «reproduce el sexismo, la violencia contra las mujeres y la dominación masculina». Es decir, no existe mayor cambio de paradigma como una actualización del mismo sistema. Se ha digitalizado el sexismo, se ha vuelto “más cómodo”, pero mantiene los mismos patrones de poder.