Aunque solemos asociarlo con ensaladas, guisos y salsas, el tomate es mucho más que un ingrediente habitual en la cocina. Su sabor, su textura y su frescura lo convierten en un aliado gastronómico, pero sus propiedades nutricionales son lo que realmente lo eleva a la categoría de superalimento. Esta fruta —sí, fruta— esconde en su interior una concentración de compuestos que pueden mejorar la salud del corazón, la vista, la piel e incluso ayudar a sobrellevar etapas tan delicadas como la menopausia.
Con una historia que lo une tanto a la tradición como a la ciencia, el tomate sigue ganando protagonismo en estudios que respaldan sus efectos positivos en distintos aspectos de la salud. Y lo más llamativo es que sus beneficios no son promesas vagas, sino resultados comprobados por investigaciones internacionales y expertos en nutrición que insisten: incluir tomate en la dieta diaria es una decisión inteligente.
4Una fruta que cicatriza: el rol del tomate en la coagulación

Aunque poco se hable de ello, el tomate también tiene propiedades que influyen en la cicatrización de heridas y la coagulación sanguínea. Esto se debe a su contenido en vitamina K, un nutriente que muchas veces pasa desapercibido pero que es vital para el correcto funcionamiento del organismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que esta vitamina no solo participa en la coagulación, sino que también fortalece los huesos y protege el sistema cardiovascular. A su vez, el National Health Service (NHS) del Reino Unido recomienda un consumo de 1 microgramo de vitamina K por cada kilo de peso corporal al día. Algo que se puede lograr fácilmente con una dieta variada en la que el tomate tenga un papel protagonista.
A diferencia de otras fuentes de vitamina K —como las verduras de hoja verde—, el tomate ofrece una opción más ligera, fresca y sencilla de incorporar en el día a día. No hace falta grandes platos ni recetas sofisticadas: incluso una tostada con tomate triturado puede ser suficiente para aportar este nutriente esencial.