Aunque solemos asociarlo con ensaladas, guisos y salsas, el tomate es mucho más que un ingrediente habitual en la cocina. Su sabor, su textura y su frescura lo convierten en un aliado gastronómico, pero sus propiedades nutricionales son lo que realmente lo eleva a la categoría de superalimento. Esta fruta —sí, fruta— esconde en su interior una concentración de compuestos que pueden mejorar la salud del corazón, la vista, la piel e incluso ayudar a sobrellevar etapas tan delicadas como la menopausia.
Con una historia que lo une tanto a la tradición como a la ciencia, el tomate sigue ganando protagonismo en estudios que respaldan sus efectos positivos en distintos aspectos de la salud. Y lo más llamativo es que sus beneficios no son promesas vagas, sino resultados comprobados por investigaciones internacionales y expertos en nutrición que insisten: incluir tomate en la dieta diaria es una decisión inteligente.
3Un escudo contra el sol y un aliado para la piel

Más allá del corazón y la vista, el tomate también deja huella en otro aspecto que muchos valoran: la salud de la piel. Su alto contenido en antioxidantes no solo previene el envejecimiento prematuro, sino que mejora la resistencia cutánea frente al daño solar.
Un estudio realizado en 2006 y citado por Shubrook en BBC Good Food reveló que el consumo regular de licopeno durante un período de 10 a 12 semanas redujo la sensibilidad de la piel a los rayos ultravioleta. Los participantes que ingirieron productos derivados del tomate mostraron una menor inflamación y enrojecimiento tras la exposición al sol.