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¿Por qué el calor nos quita el hambre? La ciencia detrás de un fenómeno muy clásico del verano

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Con termómetros que superan los 40 grados en varios puntos del país, muchos se sorprenden al notar que, a pesar de sudar sin parar, el hambre parece tomarse vacaciones. En pleno verano, cuando el calor lo invade todo, el apetito se reduce sin previo aviso. Pero ¿es esto normal? ¿O se trata de una simple percepción?

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La respuesta, como casi todo lo que involucra al cuerpo humano, tiene matices. El calor típico del verano no elimina el hambre de forma directa, pero sí modifica cómo y cuándo sentimos la necesidad de comer. A continuación, te contaremos por qué ocurre esto y qué podemos hacer para mantenernos sanos, incluso cuando el cuerpo dice “no quiero”.

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El cuerpo se adapta al verano: menos energía, menos alimento

El cuerpo se adapta al verano: menos energía, menos alimento
Fuente: Agencias

Cuando suben las temperaturas, el cuerpo empieza a trabajar en su propio sistema de defensa: mantener la temperatura interna en torno a los 36-37ºC. Este proceso de termorregulación no es gratuito. Requiere que el organismo distribuya mejor la sangre, que regule la sudoración y que baje el ritmo de ciertas funciones, incluida la digestión.

Y es ahí donde entra en juego el apetito. Como explica la nutricionista Nuria Cañas Cano, experta de Blua de Sanitas, “el calor no quita el hambre de manera directa, pero sí afecta la sensación de apetito”. ¿Cómo lo hace? A través de un mecanismo tan natural como lógico: al no necesitar tantas calorías para mantener la temperatura corporal, el cuerpo reduce el deseo de consumir alimento, especialmente si es pesado o copioso.

Lo interesante es que, aunque comamos menos en verano, eso no significa que necesitemos menos nutrientes. Por eso, la clave no está en comer mucho, sino en elegir bien los alimentos para no poner en riesgo nuestra salud.

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