Elaborar un buen caldo de pollo casero concentrado es, sin exagerar, uno de esos pilares fundamentales sobre los que se construye una cocina rica y sabrosa, una base esencial que transforma lo cotidiano en algo extraordinario con apenas unas cucharadas. Se trata de un arte ancestral, una alquimia doméstica que, aunque parezca simple a primera vista, encierra sus propios secretos y técnicas para conseguir ese «oro líquido» capaz de realzar guisos, sopas, arroces y cualquier plato que se precie, aportando profundidad y un sabor inconfundible que nada tiene que ver con las versiones industriales.
La magia no reside solo en la selección de los ingredientes adecuados, sino también en la paciencia y el mimo con el que se abordan las largas horas de cocción a fuego lento, permitiendo que todos los componentes liberen gradualmente sus esencias y nutrientes para fusionarse en un concentrado lleno de vida. Dominar el proceso de hacer un caldo de pollo de esta calidad no solo mejora tus habilidades culinarias, sino que también te abre un mundo de posibilidades en la cocina, garantizando resultados que sorprenderán a propios y extraños, elevando tus platos a un nivel superior con un toque casero y auténtico que marca la diferencia.
4EL ARTE DE DESGRASAR: LA CLAVE DE LA LIGEREZA

Una vez que nuestro caldo de pollo ha cocido durante las horas necesarias y hemos logrado extraer toda la esencia de los ingredientes, llega el momento de colarlo, un paso que debemos hacer con cuidado utilizando un colador fino o una estameña para eliminar todos los sólidos y quedarnos únicamente con el líquido. Este líquido, aunque ya lleno de sabor, contendrá una cantidad considerable de grasa en la superficie, algo perfectamente normal y deseado en cierto modo, ya que parte del sabor está ligado a ella, pero que debemos retirar para obtener un caldo más ligero y manejable, especialmente si queremos congelarlo en porciones pequeñas.
El truco más eficaz para desgrasarlo es dejar que el caldo se enfríe por completo y, si es posible, meterlo en la nevera durante varias horas o incluso toda la noche; el frío hará que la grasa se solidifique en la superficie, formando una capa compacta que podremos retirar fácilmente con una cuchara sin perder apenas líquido o sabor. Este método es mucho más eficiente que intentar desgrasar el caldo caliente, donde la grasa está líquida y se mezcla fácilmente con el caldo, demostrando que a veces la paciencia es nuestra mejor herramienta en la cocina para obtener un caldo de pollo limpio y perfecto, listo para usar o almacenar.