Especial 20 Aniversario

El ‘oro líquido’ de tu cocina: cómo hacer un caldo de pollo casero concentrado para enriquecer todos tus platos

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Elaborar un buen caldo de pollo casero concentrado es, sin exagerar, uno de esos pilares fundamentales sobre los que se construye una cocina rica y sabrosa, una base esencial que transforma lo cotidiano en algo extraordinario con apenas unas cucharadas. Se trata de un arte ancestral, una alquimia doméstica que, aunque parezca simple a primera vista, encierra sus propios secretos y técnicas para conseguir ese «oro líquido» capaz de realzar guisos, sopas, arroces y cualquier plato que se precie, aportando profundidad y un sabor inconfundible que nada tiene que ver con las versiones industriales.

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La magia no reside solo en la selección de los ingredientes adecuados, sino también en la paciencia y el mimo con el que se abordan las largas horas de cocción a fuego lento, permitiendo que todos los componentes liberen gradualmente sus esencias y nutrientes para fusionarse en un concentrado lleno de vida. Dominar el proceso de hacer un caldo de pollo de esta calidad no solo mejora tus habilidades culinarias, sino que también te abre un mundo de posibilidades en la cocina, garantizando resultados que sorprenderán a propios y extraños, elevando tus platos a un nivel superior con un toque casero y auténtico que marca la diferencia.

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LA PACIENCIA DEL ALQUIMISTA: LA COCCIÓN A FUEGO LENTO

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Una vez que tenemos todos los ingredientes listos (las carcasas o huesos previamente lavados, las verduras troceadas sin esmero excesivo, ya que no las comeremos), el siguiente paso es cubrirlos generosamente con agua fría en una olla grande, añadiendo si se desea alguna especia como unos granos de pimienta negra o una hoja de laurel para sumar complejidad aromática desde el inicio del proceso. Es crucial comenzar con agua fría, ya que esto permite que las impurezas y la grasa suban a la superficie lentamente a medida que el agua se calienta, facilitando el espumado posterior, una etapa fundamental para obtener un caldo limpio y transparente.

Llevamos el conjunto a ebullición y, en cuanto rompa el hervor, reducimos el fuego al mínimo posible, de forma que apenas se vean unas tímidas burbujas ascendiendo a la superficie; este es el momento de armarse de paciencia y dejar que el tiempo y el calor hagan su trabajo, permitiendo que los sabores se extraigan lentamente de huesos y verduras durante horas, generalmente entre 3 y 6 horas, o incluso más para un caldo de pollo más intenso. Durante este largo periodo de cocción a fuego lento, es importante ir retirando con una espumadera la espuma y la grasa que vayan apareciendo en la superficie, garantizando así un caldo limpio y puro, libre de turbideces e impurezas, obteniendo el caldo de pollo más perfecto posible.

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