La salud visual no se sostiene únicamente con controles periódicos ni con el uso de gafas recetadas. Aunque muchas veces asociamos el cuidado de los ojos con visitas al oftalmólogo y con lentes de aumento o descanso, lo cierto es que comemos también juega un papel fundamental. La elección diaria de cada alimento puede marcar una diferencia enorme a largo plazo.
Detrás de una buena visión hay algo más que genética y controles preventivos. La ciencia ha demostrado que ciertas vitaminas y micronutrientes tienen una influencia directa sobre el funcionamiento de la retina, la agudeza visual e incluso en la prevención de trastornos como las cataratas o la degeneración macular. Aquí es donde entra en juego los alimentos como aliados silenciosos de nuestra vista.
4Presbicia, sequedad ocular y otros cambios: el rol silencioso de los alimentos

Con el correr de los años, muchas personas comienzan a notar ciertos síntomas que afectan la visión: dificultad para enfocar de cerca, sensibilidad al deslumbramiento, alteración en la percepción de los colores o incluso sequedad ocular. La American Optometric Association (AOA) indica que entre los 41 y 60 años, estos cambios se vuelven más notorios, siendo la presbicia uno de los más frecuentes.
Esta condición es el resultado de una pérdida de flexibilidad del cristalino, lo que impide enfocar correctamente los objetos cercanos. Aunque el paso del tiempo es inevitable, los especialistas afirman que una alimentación rica en antioxidantes y micronutrientes puede retrasar o reducir estos efectos.
La sequedad ocular, por ejemplo, está vinculada con una baja producción de lágrimas, situación frecuente en mujeres que atraviesan cambios hormonales. Una dieta equilibrada que incluya alimentos ricos en vitamina A, omega-3 y zinc puede mejorar la hidratación natural del ojo y disminuir la irritación ocular. Esto cobra mayor relevancia en contextos donde el uso intensivo de pantallas digitales es constante y prolongado.