Durante los últimos años, el lenguaje alimentario ha girado en torno a un único concepto que se ha instalado tanto en los estantes del supermercado como en las conversaciones de quienes buscan una vida más sana: la proteína. Este nutriente, tan asociado al universo del fitness, ha conquistado a los deportistas amateurs, pero su verdadero poder va mucho más allá del músculo esculpido. En realidad, es una necesidad nutricional que todos deberíamos considerar con mayor atención, incluso quienes no pisan un gimnasio.
En una sociedad envejecida y con hábitos alimenticios cada vez más procesados, el rol de la proteína se torna esencial para mantener la masa muscular, proteger el metabolismo y garantizar una buena calidad de vida. Y aunque la carne y el huevo siguen siendo referentes clásicos, hay un alimento cotidiano que podría marcar la diferencia: el yogur.
2La proteína como pilar del metabolismo: más necesaria de lo que imaginamos
Aunque se la relacione casi exclusivamente con los músculos, la proteína cumple múltiples funciones fundamentales en el organismo. No se trata de un lujo nutricional, sino de una necesidad diaria. Su aporte es crucial para construir tejidos, formar enzimas, fabricar hormonas, fortalecer el sistema inmune y servir como fuente de energía en momentos de déficit calórico.
El problema es que muchas personas subestiman su consumo. Lo cierto es que no basta con “algo de carne al mediodía” o “un huevo en el desayuno”. La ingesta debe ser constante y proporcional al peso corporal. Según las recomendaciones internacionales, una persona adulta debería consumir aproximadamente 1 gramo de proteína por kilo de peso al día. Es decir, una mujer de 60 kg necesita cerca de 60 gramos diarios para mantener sus funciones vitales.
El déficit proteico no siempre se nota de forma inmediata, pero sus consecuencias son acumulativas. La falta de proteína puede traducirse en pérdida de masa muscular, fatiga persistente, debilidad del sistema inmune, piel apagada, uñas quebradizas, caída del cabello e incluso problemas en la cicatrización de heridas. Un panorama poco alentador, especialmente cuando los síntomas llegan sin avisar.





