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Guía definitiva para elegir tarimas exteriores según el clima de tu zona

La elección de una tarima exterior adecuada no debe tomarse a la ligera, ya que factores como el clima, el tipo de uso previsto y el nivel de mantenimiento deseado pueden condicionar notablemente el resultado final. Una tarima exterior, además de cumplir una función estética, también debe resistir las condiciones meteorológicas propias de la zona donde se instala. Por tanto, seleccionar el material idóneo implica considerar la exposición solar, la humedad, la salinidad ambiental o los cambios bruscos de temperatura. A continuación, se detallan las principales diferencias entre las opciones más habituales y sus características según el entorno.

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Diferencias entre tarima de madera natural y tarima sintética 

Uno de los aspectos más relevantes al instalar una tarima exterior es la elección del materiar que queremos utilizar. La madera natural sigue siendo una elección muy valorada por su calidez visual y el atractivo estético que proporciona. Además, cada tipo de madera ofrece un veteado único y una textura inimitable, lo que convierte cualquier instalación en una pieza con personalidad propia. No obstante, este tipo de material requiere un mantenimiento regular para conservar sus propiedades frente a la humedad, los rayos UV o el desgaste.

Por el contrario, las tarimas sintéticas, también conocidas como tecnológicas, ofrecen un comportamiento mucho más estable frente a los agentes climáticos. Están fabricadas con materiales compuestos que reducen significativamente el riesgo de dilataciones, decoloraciones o deformaciones. Además, su mantenimiento es muy inferior al de la madera natural, lo que las convierte en una alternativa especialmente interesante en zonas con climas extremos o alta exposición solar.

Tarimas de madera natural aptas para exterior

Dentro de las maderas más utilizadas para exteriores, destacan por su resistencia y durabilidad especies como el ipe, la teka o el bambú termotratado. El ipe, una madera tropical de alta densidad, es muy valorada por su capacidad de soportar condiciones extremas sin apenas deterioro. Su resistencia a la humedad y a los hongos la convierte en una opción excelente para climas lluviosos o para zonas próximas a la costa. Por su parte, la teka presenta una estabilidad dimensional sobresaliente y un contenido natural de aceites que la protege frente al agua y al sol. Esta madera se emplea con frecuencia en aplicaciones náuticas y entornos expuestos a la intemperie.

El bambú termotratado, por otro lado, ha ganado protagonismo en los últimos años como alternativa sostenible en las tarimas de madera exterior. Tras ser sometido a un tratamiento térmico específico, adquiere propiedades similares a las de otras maderas duras tropicales, mejorando su resistencia y durabilidad. Aunque requiere ciertos cuidados, su bajo impacto ambiental y su estética moderna hacen que cada vez sea más solicitado en proyectos de paisajismo contemporáneo.

Tarimas sintéticas para exteriores

Las tarimas sintéticas se presentan en diferentes formatos, cada uno de ellos con características técnicas específicas. Las tarimas ranuradas, por ejemplo, son ampliamente utilizadas por su acabado antideslizante y su capacidad de facilitar el drenaje del agua de lluvia. Resultan especialmente adecuadas para zonas húmedas o entornos con piscina, donde la seguridad frente a resbalones es prioritaria.

Las tarimas encapsuladas, por su parte, incorporan una capa protectora exterior que actúa como barrera ante manchas, rayos UV, humedad o ataques biológicos. Esta protección adicional mejora notablemente su resistencia y alarga su vida útil, siendo especialmente recomendables en zonas expuestas a fuertes contrastes de temperatura o ambientes salinos. 

En cuanto a las tarimas macizas, presentan una estructura interna sin huecos, lo que incrementa su peso y robustez. Esta característica las hace más estables y menos propensas a curvaturas o deformaciones con el paso del tiempo, aunque requieren una estructura de soporte más sólida durante la instalación. La elección entre uno u otro tipo debe realizarse teniendo en cuenta tanto el uso previsto como el entorno ambiental. La combinación de un material adecuado con una instalación profesional es clave para garantizar la durabilidad de la tarima.

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Mantenimiento anual de una tarima exterior

El mantenimiento de una tarima exterior es una parte fundamental para garantizar su buen estado estético y funcional a lo largo del tiempo. En el caso de las tarimas de madera natural, se recomienda realizar una limpieza profunda al menos una vez al año. Esta operación suele incluir la eliminación de residuos acumulados, la aplicación de productos de limpieza específicos y, en función del estado de la superficie, un lijado ligero. Una vez limpia y seca, se debe aplicar un aceite protector que nutra la madera y refuerce su capacidad de resistencia frente a los agentes externos. En zonas especialmente húmedas o con alta exposición solar, puede ser conveniente realizar este proceso dos veces al año para conservar el color y la textura original del material. 

Las tarimas sintéticas, por su parte, requieren un mantenimiento mucho más sencillo. Normalmente basta con una limpieza con agua a presión o con una solución jabonosa neutra para eliminar suciedad superficial, polvo o manchas ocasionales. Aunque este tipo de material no necesita aceitado ni tratamientos específicos, sí conviene comprobar periódicamente el estado de las juntas y los anclajes, especialmente después de condiciones meteorológicas adversas.

Un buen hábito, tanto en madera como en sintético, consiste en mover periódicamente los muebles y maceteros que descansan sobre la tarima para evitar marcas por presión o decoloraciones localizadas. Asimismo, conviene mantener libres las ranuras entre lamas para facilitar la evacuación del agua y evitar acumulaciones de humedad que puedan afectar a la estructura.

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