Dormir no es solo un lujo de los fines de semana: es una necesidad biológica tan importante como los alimentos que consumimos o respirar. En un estilo de vida saludable, el descanso nocturno ocupa un lugar privilegiado, y no solo porque nos ayuda a recuperar energías, sino porque durante esas horas de silencio el cuerpo trabaja para mantenernos en pie al día siguiente.
Según el National Institutes of Health (NIH), mientras dormimos, el cerebro consolida recuerdos, se eliminan toxinas y se equilibran funciones clave del sistema inmunológico y metabólico. Pero ¿qué pasa cuando ese sueño se vuelve esquivo? ¿Y si la respuesta estuviera no solo en contar ovejas, sino en contar los alimentos que ponemos en nuestro plato?
2Melatonina: la hormona del sueño que también se come

La melatonina es una hormona producida naturalmente por la glándula pineal del cerebro. Su función es regular nuestro reloj biológico, indicándonos cuándo es momento de dormir y cuándo de despertar. Pero, a medida que envejecemos, su producción disminuye, y eso explica por qué muchas personas mayores sufren de insomnio o despertares frecuentes.
La buena noticia es que esta hormona no solo se produce internamente: también se puede obtener a través de ciertos alimentos. Y aquí entra en juego el papel de una dieta equilibrada. Según Harvard, hay una serie de ingredientes que, si se incorporan regularmente, pueden ayudar al organismo a producir más melatonina de forma natural y mejorar el patrón de sueño sin necesidad de fármacos.
Entre los alimentos más ricos en melatonina se encuentran el jugo de cereza ácida, el kiwi, la leche, el pescado graso y algunos frutos secos como las nueces. Todos ellos no solo están permitidos dentro de una dieta mediterránea, sino que la enriquecen.
Curiosamente, varios de estos alimentos han sido consumidos desde hace siglos en las culturas del Mediterráneo, no por su relación con el sueño, sino porque forman parte de un estilo de vida tradicional y balanceado. Hoy, la ciencia les da un nuevo significado.