Dormir no es solo un lujo de los fines de semana: es una necesidad biológica tan importante como los alimentos que consumimos o respirar. En un estilo de vida saludable, el descanso nocturno ocupa un lugar privilegiado, y no solo porque nos ayuda a recuperar energías, sino porque durante esas horas de silencio el cuerpo trabaja para mantenernos en pie al día siguiente.
Según el National Institutes of Health (NIH), mientras dormimos, el cerebro consolida recuerdos, se eliminan toxinas y se equilibran funciones clave del sistema inmunológico y metabólico. Pero ¿qué pasa cuando ese sueño se vuelve esquivo? ¿Y si la respuesta estuviera no solo en contar ovejas, sino en contar los alimentos que ponemos en nuestro plato?
1Un sueño reparador empieza en el supermercado

Desde hace años, los especialistas han advertido sobre la relación entre lo que comemos y cómo dormimos. Pero ha sido la Universidad de Harvard la que ha puesto sobre la mesa —literalmente— una verdad cada vez más difícil de ignorar: la calidad de nuestro sueño depende, en gran medida, de nuestra alimentación. Y no, no se trata de una moda pasajera ni de una de esas tendencias que duran lo que un suspiro en redes sociales.
La ciencia lo respalda. Investigadores de Harvard y del Brigham and Women’s Hospital han revelado que la dieta mediterránea no solo ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas, sino que también mejora de forma tangible la calidad del sueño. ¿La clave? Su riqueza en ciertos compuestos naturales que favorecen la producción de melatonina, serotonina y vitamina D, todos indispensables para lograr un descanso profundo.