Para muchos, conducir es mucho más que trasladarse de un punto a otro. Es sinónimo de independencia, autonomía y, en cierta forma, libertad. Sin embargo, con el paso de los años, esa libertad comienza a estar sujeta a condiciones más estrictas. A partir de los 65 años, la Dirección General de Tráfico (DGT) ha endurecido sus exigencias para renovar el carnet de conducir, con un objetivo claro: garantizar la seguridad en las carreteras.
Detrás de esta decisión hay razones de peso. Aunque la experiencia al volante suele ser una ventaja, el deterioro natural de ciertas capacidades físicas y cognitivas, sumado a enfermedades propias del envejecimiento, ha llevado a la DGT a tomar medidas más rigurosas. Y no todos los conductores podrán seguir al volante.
3Otros factores que pueden entorpecer tus trámites

El apartado cardiovascular también es crítico. Enfermedades como las arritmias graves, haber sufrido un infarto agudo de miocardio, o ser portador de marcapasos o desfibriladores automáticos pueden hacer necesario un informe médico exhaustivo que certifique la idoneidad del paciente para conducir.
La diabetes insulinodependiente o el hipotiroidismo mal controlado son otros factores de riesgo. De igual modo, la apnea del sueño —muy frecuente en personas mayores— y enfermedades respiratorias crónicas como la disnea permanente, también pueden conllevar restricciones.
Y no hay que olvidar las enfermedades oncológicas. Si el conductor se encuentra en tratamiento activo o presenta síntomas que afecten a su capacidad de reacción, la DGT puede suspender temporalmente la renovación del permiso.
Sin embargo, es importante aclarar que tener alguna de estas enfermedades no significa automáticamente perder el derecho a conducir. La DGT evalúa cada caso de forma individual. Si el tratamiento médico es efectivo y se demuestra que la enfermedad está bajo control, puede autorizarse la renovación, aunque por plazos más cortos y bajo seguimiento.