La jornada electoral celebrada este domingo en Venezuela ha dejado una imagen contundente: “centros de votación prácticamente vacíos y una participación ciudadana visiblemente reducida”. En un país donde las elecciones deberían ser una herramienta para ejercer la democracia (como ocurre en los países democráticos), el desinterés y la apatía de los votantes reflejan algo más profundo que el simple descontento; evidencian una ruptura entre la ciudadanía y un sistema que muchos consideran “agotado, manipulado y sin credibilidad”.
La desconfianza hacia las instituciones, alimentada por “años de denuncias de fraude, represión y falta de garantías”, se manifestó en la decisión de miles de venezolanos de no acudir a las urnas. El Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el oficialismo, insistió en promover una imagen de normalidad (una estrategia que esta vez no le funcionó), pero el silencio que predominó en los colegios contradijo cualquier narrativa de participación masiva.
Mientras el chavismo intentó “vestir el proceso de legitimidad”, la ausencia de filas, el vacío en los centros de sufragio y las denuncias de presión sobre los empleados públicos pintaron un panorama muy distinto y esta realidad fue la recorrió el mundo a través de los titulares de los periódicos más importantes.
Centros electorales desiertos reflejan el rechazo popular al proceso organizado por el chavismo en Venezuela

Desde tempranas horas de la jornada electoral, numerosos centros de votación en distintas regiones de Venezuela lucieron vacíos. Las imágenes que circularon en redes sociales y medios independientes mostraron “calles sin filas, mesas sin votantes y una evidente apatía ciudadana” frente a una convocatoria que muchos consideran ilegítima.
En barrios tradicionalmente oficialistas y también en zonas opositoras, el patrón fue el mismo: “ausencia de electores y un profundo escepticismo ante un proceso que carece de transparencia y confianza pública”. La falta de participación no sorprendió a los observadores nacionales ni a los ciudadanos.
Desde semanas antes, distintos sectores sociales y políticos habían llamado a no convalidar lo que definieron como una “farsa electoral” montada por el chavismo para mantenerse en el poder sin enfrentar una competencia real. La exclusión de candidatos opositores, el control del Consejo Nacional Electoral por parte del oficialismo y la censura informativa contribuyeron a consolidar una jornada marcada más por el silencio que por el voto, una realidad que según los expertos, evidencian el cansancio de una población que lleva más de veinte años luchando contra un sistema corrupto.
La abstención masiva se impone como forma de protesta frente a unas elecciones sin garantías democráticas

La población venezolana ha encontrado en la abstención “una herramienta de resistencia”. Lejos de ser apatía política, el acto de no votar se convirtió en un gesto consciente de rechazo frente a un sistema que no ofrece garantías democráticas, y esta es una realidad que vive el país desde más de veinte años. Los venezolanos coincidieron en que “acudir a las urnas equivalía a legitimar una estructura que no representa la voluntad popular, sino que perpetúa un modelo autoritario amparado en el control institucional”.
Organizaciones civiles y defensoras de derechos políticos también alertaron sobre la falta de condiciones mínimas para que estas elecciones pudieran calificarse como libres o competitivas. El uso de recursos del Estado para favorecer al oficialismo (una costumbre bien arraigada en las instituciones venezolanas), las inhabilitaciones arbitrarias y el ambiente de persecución a la disidencia marcaron un proceso profundamente desequilibrado.
Así, la abstención no solo expresó desencanto, sino que envió un mensaje político claro: “el pueblo no respalda una elección sin pluralismo ni legalidad”. Desafortunadamente, es un mensaje que se queda allí, en la protesta, porque incluso sin el reconocimiento internacional del Gobierno y de las elecciones recién realizadas, Maduro sigue en el poder y millones de venezolanos sufriendo las consecuencias.
El oficialismo insiste en mostrar normalidad mientras crecen las denuncias de coacción y apatía generalizada

Mientras las imágenes de centros vacíos recorrían el país y el mundo, el gobierno de Nicolás Maduro intentó proyectar normalidad, tal y como suele hacer en cada uno de los procesos electorales que se han realizado en Venezuela desde que tomó el poder. Autoridades electorales hablaron de “alta participación” y aseguraron que el pueblo venezolano acudió masivamente a ejercer su derecho.
Sin embargo, los reportes en el terreno contrastaron con esa narrativa oficial: periodistas y organizaciones denunciaron presión a empleados públicos (un hecho que ocurre en cada proceso electoral), ofrecimientos de beneficios sociales a cambio del voto y monitoreo del llamado “carnet de la patria”. Pero estas imágenes que han recorrido el mundo, parecen pasar inadvertidas porque no hubo ningún pronunciamiento oficial por parte de organizaciones internacionales.
A pesar de “la maquinaria del Estado”, el resultado fue una jornada marcada por el vacío ciudadano. El intento del chavismo por simular legitimidad electoral encontró un muro de silencio en las calles.
La desconexión entre la propaganda gubernamental y la realidad visible en los centros de votación evidenció el creciente “desgaste del poder” frente a una población que ya no responde a los mecanismos tradicionales de control político. “El país envió un mensaje con su ausencia”, y el oficialismo lo recibió con un discurso alejado de los hechos.