Las cifras son claras y demoledoras: el alcohol continúa siendo una de las principales causas de siniestralidad en las carreteras españolas. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ya dejó entrever en septiembre de 2024 un cambio de rumbo en la legislación. Su propuesta: reducir la tasa máxima permitida a 0,1 mg/l en aire espirado. Una medida drástica, pero que, según la Dirección General de Tráfico (DGT), es más realista que el tan solicitado 0,0.
Detrás de esta nueva ofensiva hay datos, estudios y una certeza compartida entre expertos: endurecer los límites podría salvar cientos de vidas cada año. Pero ¿es realmente viable eliminar por completo cualquier rastro de alcohol en la conducción? La DGT ha dicho que no. Y tiene motivos de peso para sostener esa postura.
3El ejemplo del norte: Suecia y Noruega como referencia

Cuando se busca inspiración para mejorar la seguridad vial, todos los focos apuntan al norte. Suecia y Noruega han demostrado desde hace décadas que es posible convivir con una tasa mínima de alcohol y registrar las cifras más bajas de siniestros viales en Europa. Ambos países establecieron en los años 80 una tasa máxima de 0,1 mg/l y no han cambiado desde entonces.
Los datos son contundentes: entre 2022 y 2023, Suecia y Noruega registraron una media de entre 21 y 22 fallecidos por millón de habitantes. En contraste, la media europea fue de 46. España, con 36 fallecidos por millón, se encuentra en una posición intermedia pero aún lejos del liderazgo nórdico.
La DGT mira con atención estas cifras. Y no solo eso: estudia replicar algunas de sus medidas, especialmente en el ámbito educativo y de concienciación ciudadana. Porque si algo han demostrado estos países es que la tolerancia mínima al alcohol, combinada con campañas constantes y un control eficaz, da resultados.