Icónica, sencilla y reconocible a kilómetros. La crema Nivea en su clásica lata azul lleva más de cien años acompañando a familias de todo el mundo. En España, es casi patrimonio emocional: ha estado en los baños de varias generaciones, símbolo de cuidado diario, remedio casero y ritual afectivo que trasciende edades y modas.
Pero no vive solo del recuerdo. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha analizado su composición y eficacia, demostrando que esta fórmula centenaria sigue dando la talla. Entre tradición, ciencia y fidelidad del consumidor, la Nivea azul confirma que, a veces, lo de siempre también puede ser lo mejor.
1Un legado centenario que no pierde vigencia
Todo comenzó en 1911, en Alemania. Un farmacéutico llamado Dr. Oscar Troplowitz, junto con el químico Isaac Lifschütz, desarrolló una fórmula innovadora capaz de estabilizar una mezcla de agua y grasa utilizando un nuevo emulsionante llamado eucerit. Aquello fue revolucionario: por primera vez, una crema podía conservarse y aplicarse fácilmente sin descomponerse. Nacía así la crema Nivea, cuyo nombre viene del latín niveus (blanco como la nieve).
Pero no fue hasta 1925 que esa fórmula adoptó el diseño que conocemos hoy: una lata metálica de color azul intenso, con letras blancas, sobria y fácilmente reconocible en cualquier parte del mundo. Aquel envase se convirtió en un icono del cuidado personal.
Desde entonces, más de 200 países han incorporado la crema Nivea a su cultura cosmética. En la actualidad, la fábrica central en Hamburgo produce más de 100 millones de unidades al año, y es uno de los productos más vendidos en farmacias, supermercados y tiendas online. ¿El secreto de su longevidad? Una combinación equilibrada entre eficacia, precio económico y una imagen que ha sabido adaptarse sin perder su esencia.