Los músicos callejeros afrontan el veto al uso de amplificadores en Madrid

Han pasado ya dos años desde que la alcaldía prohibió a los músicos callejeros de Madrid el uso de amplificadores en las calles. La medida, que se sumaba a la reducción del tiempo que podían ocupar en las plazas de 12 a 5 horas tomada en 2021, ha sido un castigo que ha reducido la posibilidad de trabajo de estos artistas y que ha complicado su desarrollo en una ciudad donde la plaza era un camino viable a las salas de concierto el perderla es también un problema para el panorama cultural. 

No es una medida única de la capital. Barcelona es el ejemplo más claro, pero lo mismo sucede en Valencia y en ambos casos, al igual que ha pasado en Madrid, el metro se ha vuelto un refugio viable. La situación es delicada para ellos, después de todo la multa por romper la norma ronda los 750 euros, y lo que simbolizaría el triple de lo que producen en un buen día, y 15 veces más de uno malo y la «audiencia» del metro no es igual de receptiva. 

De momento no parece que desde la alcaldía se plantee un cambio en una medida que ha justificado como necesaria para la convivencia entre artistas y vecinos. Aun así, es una realidad que para los artistas que viven en la calle es mucho más complicado trabajar sin la posibilidad de hacerse escuchar, lo que puede explicar los problemas para conseguir atraer oyentes que dejen la moneda de turno en el estuche de la guitarra o el sombrero correspondiente. 

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Quizás por eso ha disminuido el número de personas interesadas. Según los datos de la propia alcaldía solo hubo 399 peticiones de permisos para presentarse en las calles del centro de las 500 disponibles, por lo que mientras en otros años era necesario un sorteo para decidir quién podía hacer vida en espacios como El Rastro, Callao o la plaza del Sol este año no se hicieron todas las peticiones posibles en la zona. 

EN BARCELONA LOS ARTISTAS PIDEN UN CAMBIO EN EL PROCESO DE APROBACIÓN DE PERMISOS

Pero la realidad para los artistas callejeros barceloneses puede ser aún más complicada. Este año sólo hubo 20 licencias disponibles para tocar en la ciudad catalana, frente a las 40 del año pasado, aunque hubo unas 334 solicitudes de permisos cuando se hizo la convocatoria al sorteo. Es una realidad complicada, que sigue mostrando la compleja situación de los artistas que hacen vida en las calles de la ciudad condal.

Lo cierto es que es una medida que empuja a varios de ellos a romper la norma y arriesgarse a las multas. No todos los artistas callejeros caben en el metro, y para muchos de ellos tanto en Madrid como en Barcelona es una de las primeras formas de trabajar, de hecho solo hace falta detener a alguno y saludar para reconocer la variedad de acentos que pueden hacer vida cantando en las calles de Madrid o la capital catalana. Es cierto también que muchos de estos no tienen permiso, y que se organizan con los que sí para ocupar su espacio en días puntuales, arriesgándose a las multas para poder trabajar. 

EL PROBLEMA DE LOS MÚSICOS CALLEJEROS HA EMPEZADO EN PLAZA MAYOR

Como se narró el año pasado en este mismo diario, el problema empezó con un reclamo de los vecinos de Plaza Mayor. El motivo, como puede esperarse, era el ruido que generaban los artistas con sus amplificadores en una zona que además tiene el caos esperado al ser uno de los espacios turísticos clave de la ciudad. El hecho es que probablemente desde la alcaldía la percepción seguramente sea que no es una medida popular. 

«Antes los músicos callejeros podían emplear amplificadores de sonido en zonas determinadas de la ZPAE. En 2022 se suprimieron en todas las zonas para hacer compatible la presencia de estos músicos de calle con la convivencia de comerciantes, entornos de trabajo y vecinos y el derecho al descanso de estos últimos», explicaban entonces desde el ayuntamiento para justificar la decisión. De momento no se analiza la posibilidad de retroceder en la decisión, ni siquiera permitiendo el uso de amplificación en un horario reducido.

Pero de momento los artistas no tienen una solución a la vista. En su momento protestaron en las calles, y no parecería extraño que retomen las protestas a lo largo del año. Es un problema que sigue transformando la realidad de la vida cultural de la capital, y del resto del país que bebe de ella.