El Partido Popular de Feijoo ganó las elecciones generales del 23 de julio de 2023, pero tiene complicado sumar los apoyos suficientes para gobernar, mientras Sánchez tratará de reeditar el gobierno de coalición de 2019.
El domingo los españoles y españolas estaban citados con las urnas para decidir quién sería el presidente para los próximos cuatro años. A un lado estaban las fuerzas progresistas encabezadas por el Partido Socialista de Pedro Sánchez y la gran coalición de izquierdas, Sumar, lideradas por Yolanda Díaz. Al otro lado, las fuerzas de derechas que pretendían dar un cambio al rumbo de España lideradas por Feijoo en el PP y Abascal en VOX.
Los resultados fueron claros, el Partido Popular ganó las elecciones con 8.091.840 millones de votos, lo que supone un 33,05% del voto. Y lo que se traduce en 136 escaños, 47 escaños más que en 2019, la mayor subida electoral de la historia del partido.
En segundo lugar quedó el PSOE con 7.760.970 millones de votos o lo que es lo mismo, 122 escaños. Dos más que en 2019, lo que supone un 31,70% de los votos ejecutados.
El tercer puesto fue para VOX, quien perdía 19 escaños y se quedaba en 33 sillones, con el 12,39% del voto. Y la cuarta fuerza es Sumar que en su primera comparecencia en unas elecciones suma 31 escaños.
Con estos resultados, y como ha ocurrido siempre, cualquiera podría pensar que la derecha gobernaría los próximos cuatro años. Pero si uno atiende al discurso de Pedro Sánchez tras el escrutinio se da cuenta de que la política no son todo números: «España ha sido bien clara. España y todos sus ciudadanos que han votado, han sido meridiana y rotundamente claros. El bloque involucionista de retroceso que planteaba una derogación total de todos los avances que hemos logrado durante estos últimos cuatro años ha fracasado».
Cuesta creerlo si uno sólo se fija en los datos, el mapa de España se tiñó de azul salvo en País Vasco, Navarra, Cataluña y Extremadura. Pero resulta que el Partido Socialista en estas elecciones no había salido a ganar, había salido a no perder, y a que sus socios sumasen los escaños que le faltaban a él para poder gobernar.
Ahora se entendía mejor que nunca aquello que proponía Feijoo de que «gobierne la lista más votada». Porque se podía intuir que Sánchez, tras perder las elecciones, no abandonaría la secretaría general del PSOE, ni tampoco su casa de La Moncloa, no puede, no quiere.
Y es que en una campaña en la que los partidos nacionalistas de Cataluña y País Vasco ya han avisado de que las exigencias para firmar la coalición serán más altas, el PSOE se encomienda a ellos para poder seguir gobernando cuatro años más.
Sánchez se olvida de Feijoo, pero se echa en brazos de sus socios
En estos momentos el pactometro echa humo. La coalición progresista encabezada por el PSOE (122), Sumar (31), ERC (7), EH Bildu (6), BNG (1) suma un total de 167 escaños de los 176 que necesita para la mayoría absoluta. Por otra parte, el pacto de las derechas con PP (136), Coalición Canaria (1), Vox (33), Unión del Pueblo Navarro (1) y el PNV (5), suman los 176.
Sin embargo, hay que tener en cuenta el papel de Junts per Catalunya (7). El partido de Puigdemont tiene la llave para la coalición y quién sabe si para un posible referéndum en Cataluña. En el caso de votar a favor, las cuentas saldrían, pero durante este lunes post electoral, la Fiscalía le ha solicitado al juez Llarena que curse una euroorden para la detención de Carles Puigdemont y de su exconsejero, Toni Comín. Quien ya ha sido detenida ha sido la eurodiputada Clara Ponsatí, puesta en libertad unas horas más tarde tras negarse a declarar. No es la primera vez, ya fue detenida en junio, por orden del Tribunal Supremo.
Y es que otra de las preguntas es qué hará Junts. Cataluña está citada en las urnas el próximo año y con un gobierno de Esquerra, el papel de Junts está aún por definir. Puede que los españoles presencien otro aquelarre independentista, puesto que el delito de sedición ha sido derogado y quienes intentaron romper España en 2017, cabe la posibilidad, de que queden impunes.
El que tampoco está claro es el apoyo del PNV al bloque de derechas, los de Ortuzar también tienen elecciones en 2024 y Bildu les ha pasado por la derecha en las municipales y empatado a escaños en las generales. Puede que desde el Partido Nacionalista Vasco decidan escuchar a ese electorado más radical, que es el que se disputa con Bildu y decidan no ir de la mano de una coalición en la que también está Vox.
Ante este panorama, se entiende el sentir de que las derechas, pese a lograr la victoria en las urnas, no lo harán en la Cámara Baja. Es por ello que estas palabras de Feijoo: «Los españoles saben que hemos pasado de ser segunda fuerza con 89 diputados a ser el partido más votado con 136 escaños 136 diputados. Hemos pasado de menos del 21% de porcentaje de voto al 33%, hemos ganado en 40 de las 52 provincias y ciudades autónomas de España y tenemos una gran mayoría que, probablemente, sea una mayoría absoluta en el Senado», que sonaban más a consuelo personal que a victoria electoral.
Ahora es el momento de las negociaciones, de las exigencias, de los despachos. Desde el 24 de julio, los líderes de las futuribles coaliciones tienen dos meses para negociar los posibles gobiernos y, como dijo Feijoo «evitar las incertidumbres». Unas negociaciones en las que no está en juego sólo la gobernabilidad de España, sino también de Europa, ya que España tiene la presidencia del Consejo de la Unión Europea.