Jorge Drexler en el Wizink Center: «Un pequeño espacio sin pena»

Aunque lo normal no es empezar cerca del final para entender lo que Jorge Drexler logro el 28 de enero en el Wizink Center. Presentando ‘La luna de Rasquí’, tema escrito en las playas venezolanas de los roques, el uruguayo dedico unas palabras para agradecer a Venezuela por recibir la migración de su país que escapo de la dictadura en los 70, pidiendo ahora fueran recibidos en Madrid, esto lo hace un mes antes de que dejen de tener residencia humanitaria en España, y al mismo tiempo se refirió a la playa donde compuso el tema como «Un espacio sin pena».

Esa muestra de empatía es un ejemplo de lo que transmite Drexler desde la tarima, una de las herramientas que uso para convertir por más de dos horas al Wizink en otro «espacio sin pena». Además, contó con la Melaza, un grupo de tambor y cuerpo de baile de Montevideo, una banda de músicos talentosos que lo acompañan hace años, un catálogo de más de 30 años con canciones que van de lo bailable, a las baladas, a los experimentos políticos y una triple dosis de C.Tangana que tomo la tarima para interpretar ‘Nominao’, ‘La edad del cielo’ y ‘Tocarte’, y una sonrisa carismática y contagiosa.

Es que desde la apertura, con ‘Plan Maestro’ de su multipremiado ‘Tinta y tiempo’, Jorge Drexler demostró que aun para un músico tan intimista, un espacio tan grande como un Wizink Center repleto, aunque no con toda su capacidad, no lo intimidaba. Cuando quiso puso al público a seguir sus palmas el ritmo de ‘Era de amar’, o a seguir la letra de ‘Milonga del Moro Judio’ y ‘Pongamos que hablo de Martínez, cantadas una detrás de otra como tributo a Joaquín Sabina, padrino artístico del Uruguayo que le enseño el coro de la primera e inspiro la segunda, a bailar haciendo pasar al Pucho o directamente a callar para interpretar ‘Silencio’.

De hecho, incluso se atrevió a rapear en inglés el verso de Noga Erez en ‘Oh Algoritmo’, en una versión de la canción construida solo entre su voz y la guitarra del argentino Javier Calequi. Aunque en la presentación pidió que nadie mencionara que intento rapear en inglés es solo un ejemplo más de lo cómodo que se siente en tarima tras 30 años paseando en ellas.

UNA NUEVA CONSAGRACIÓN PARA JORGE DREXLER

El llenar el Wizink Center es una nueva demostración de que Drexler es uno de los artistas más queridos de la capital española, y cuyo último disco sumo 7 Latin Grammys a una ya abultada colección. El Uruguayo tiene ya 28 años viviendo en la ciudad, desde que llego invitado por Sabina, y sus canciones tienen una vida distinta aquí. Durante el concierto no pudo evitar mencionar su experiencia componiendo piezas encerradas en su piso de Chueca durante la pandemia. Esto le ganó un aplauso especial a la propia ‘Tinta y tiempo’ y a ‘Corazón felino’.

Madrid fue precisamente una de las grandes protagonistas de la noche. No solo por qué el cantautor se refirió a sus músicos como madrileños, sin importar si habían nacido aquí o en Guinea Bissau. En algún momento dijo entre risas que él «había nacido en Montevideo, y por tanto madrileño». Es que de una forma su presencia como migrante, así como su conocimiento enciclopédico de la música en español, son en sí mismas una confirmación de lo poderosa que es la migración para hacer crecer la cultura, al menos así parece para alguien que «nació en Caracas y por tanto es madrileño».

 LA GIRA PARTE A LATINOAMÉRICA

Tras presentarse en el Wizink Center Jorge Drexler parte primero a Portugal, donde se presentará la semana que viene, y luego a Latinoamérica, en un tramo de la gira que lo llevará a escenarios de República Dominicana, México, Perú y Ecuador. Volverá a presentarse en España en abril, pasando por varias ciudades y festivales como el Sonorama o el ViveLatino.

Donde sea que se presente el uruguayo, su show de este fin de semana en Madrid demuestra que es una de las giras obligatorias de este año. Es más que aplaudible que en un momento tan caótico como el que vivimos, de crisis económica, guerra en Ucrania, cambio climático y un largo etcétera, haya un cantautor que, sin desdeñar de la música actual, pero cuidando las tradiciones, sea capaz de crear estos pequeños «espacios sin pena».