Neurotecnologia: Los fantasmas de mi cerebro

La neurotecnología engloba todas las tecnologías desarrolladas para entender el cerebro, visualizar sus procesos e, incluso, controlar, reparar o mejorar sus funciones. Aunque la electroencefalografía tiene casi un siglo, el primer gran avance en este campo se ha producido en las últimas décadas con las imágenes del cerebro obtenidas mediante escáneres de resonancia magnética. Esta técnica, entre otras cosas, ha permitido a los investigadores identificar qué áreas del cerebro se activan o desactivan durante determinadas tareas.

A partir de ahí, la neurotecnología ha alcanzado otros ámbitos que normalmente pasan desapercibidos y que van desde el desarrollo de fármacos para tratar alteraciones mentales, como la depresión, el insomnio o el déficit de atención, hasta el de tecnologías dedicadas a la rehabilitación neurológica después de accidentes cerebrovasculares o a la recuperación de la audición con los implantes cocleares. Y esto, como veremos más adelante, no ha hecho más que empezar.

La neurotecnología, que de la mano de la neurociencia busca desentrañar los enigmas del cerebro, no es una disciplina nueva, pero con el meteórico desarrollo de la inteligencia artificial se abre a un mundo de posibilidades casi infinito. Por un lado, cabe preguntarse por las aplicaciones, que pueden alcanzar incluso la cura de lesiones cerebrales, y, por otro, por los límites derivados de la unión entre cerebro y máquina, hasta el punto de que empiezan a popularizarse conceptos como los neuroderechos.

En un artículo del diario El País de hace algunas fechas leía el siguiente titular: “Tener un sensor en la cabeza será de rigor en 10 años, igual que ahora todo el mundo tiene un teléfono inteligente”.

En él ,un neurocientífico Rafael Yuste, catedrático de la Universidad de Columbia, y el ingeniero Darío Gil, director mundial del área de investigación de IBM alertan en la Casa Blanca de la inminente llegada de dispositivos que conectarán el cerebro directamente con internet.

Me encanta que el ser humano avance en todos los aspectos, pero a veces me da la sensación de que el mundo marcha demasiado deprisa y casi no da tiempo a vivir y poder disfrutar de nuestro entorno.

Entre las reflexiones que realizaron cuando estuvieron a comienzos de noviembre en la Casa Blanca, en Washington, convocados por el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, alertaron en la residencia del presidente estadounidense de la inminente llegada de un mundo en el que los ciudadanos se conectarán a internet directamente con el cerebro, mediante gorras o diademas capaces de leer el pensamiento.

Neurotecnologia

En ese hipotético porvenir, un algoritmo podrá autocompletar la imaginación, como ya hacen los programas informáticos de procesamiento de textos con las palabras. Los primeros dispositivos, todavía rudimentarios, podrían estar en 10 años a la venta en las tiendas de electrónica, según los cálculos de estos expertos.

Ahora dependemos de nuestro teléfono móvil para hacer cada vez más cosas: encontrar una calle, llamar, usar el calendario, la agenda telefónica, la calculadora… En realidad, lo único que hace el teléfono es conectarte a la red. Esta conexión, en vez de estar en el teléfono en el bolsillo, la vamos a tener directamente en la cabeza, por una interfaz cerebro-computadora.

Estas interfaces serán posiblemente no invasivas y serán distribuidas de manera masiva a toda la población. Y esto trasladará una parte cada vez mayor de nuestro procesamiento mental al exterior. La memoria, por ejemplo. Una memoria externa nos mandará la información de vuelta. Y eso va a ser beneficioso en el sentido de que va a dar un acelerón a las capacidades cognitivas y mentales de los humanos. Ahora hay una brecha entre la gente que tiene acceso al mundo digital y la gente que no. Si no tienes teléfono móvil, empieza a ser complicado hacer cosas tan simples como ir al médico o hacer una transferencia de dinero. Pues esto va a ser una brecha mucho mayor. Habrá gente que estará aumentada y gente que no lo estará. Y eso cambiará la especie humana.

Pero ¿Qué son los neuroderechos? El Gobierno plantea proteger los “procesos cerebrales” de la tecnología abusiva. Académicos y desarrolladores coinciden en la necesidad de regular conceptos como la privacidad de los datos del cerebro o la identidad mental antes de que la tecnología capaz de interactuar con el cerebro llegue al mercado.

Chile quiere ser el primer país en dar un paso para evitar que manipulen nuestra mente, incluso en la reforma de su Constitución se propone incluir una normativa para proteger la integridad y la indemnidad mental con relación al avance de la inteligencia artificial.

Y los legisladores deben ser rápidos porque la ciencia va a toda velocidad. Hace unas semanas, Neuralink, empresa de Elon Musk, publicó un video donde mostraba a un mono jugando al videojuego Pong con la mente. Un pequeño ejemplo de los avances de la tecnología en la cual está trabajando la empresa que busca desarrollar una interfaz cerebro-computadora.

En esta misma línea, Facebook mostró una muñequera capaz de leer las señales neurológicas enviadas desde el cerebro de un usuario hasta las manos. Son proyectos que pueden ser muy útiles si se emplean para ayudar a que personas con discapacidad motora se expresen, pero también encierran potenciales daños si no son utilizadas de manera adecuada. De ahí la necesidad de comenzar a pensar en regulaciones para este tipo de tecnologías.

Pensábamos que no íbamos a poder desarrollar muchas cosas o que estaban muy lejos. Pero después de los avances en los últimos años, debemos entender, y pensar que podemos llegar muy lejos.

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Decíamos que el problema es que la ciencia ha avanzado a un paso muy rápido y los legisladores no tanto, pero ¿y los valores éticos, se mantienen al mismo ritmo de desarrollo y comprensión de las realidades?

Estamos ante una sociedad nueva, la ciencia es vital para el ser humano, y nos ayuda a ser libres. La ciencia libre produce avances inmensos y son necesarios.

Mi total apoyo para la ciencia, pero este, nuestro nuevo mundo, en el que vivimos nosotros y criamos a nuestros hijos, avanza a demasiada velocidad, incluso en nuestro día a día. Creo que tenemos que aprender a vivir en él, no se trata de que la ciencia no avance, sino que vaya a un ritmo que permita a la totalidad de la población adaptarse y disfrutarlo.

“La verdad, aunque yo siempre iba corriendo, nunca pensé que eso me llevara a ningún lado”.