En España existen cerca de 4,7 millones de hogares unipersonales, según un informe del Instituto Nacional de Estadística (INE). Dos millones de personas mayores de 65 años viven solas, de las cuales unas 850.000 superan los 80 años de edad.
Esto significa que hay cientos de miles de personas que sufren una soledad no deseada, impuesta por un estilo de vida cada vez más despersonalizado, que tiende a olvidarse o dejar de lado a los más mayores.
En unos momentos tan duros como los que hemos vivido a raíz de la pandemia por el Covid-19, los mayores han sufrido por partida doble los duros confinamientos a los que nos hemos visto sometidos, y en muchos casos, solo gracias a los voluntarios, han podido ver cubiertas sus necesidades básicas de compra de alimentos, medicamentos, y oras necesidades básicas.
El voluntariado intergeneracional busca ayudar a personas mayores en riesgo de aislamiento social. Estas personas suelen encontrarse en muchos casos en situación de vulnerabilidad dado el escaso apoyo social con el que cuentan derivando en problemas de soledad significativos e incluso en enfermedades como la depresión.
La vida familiar del siglo XXI nada tiene que ver con la del siglo pasado. En los años 50 del siglo XX, tan solo el 12% de los europeos tenían más de 65 años. Eso ha cambiado progresivamente a medida que aumentaba la esperanza de vida en los países desarrollados y se estima que para 2050 Europa cuente con un 36% de habitantes mayores de 65 años. Nacen menos niños y vivimos más años, por lo que es normal que cada vez haya más personas mayores que viven solas.
La tasa de natalidad ha descendido considerablemente en este siglo. La mujer tiene un rol mucho más activo en la sociedad y lo de ser ama de casa y dedicar la vida a criar a los hijos ha quedado en el pasado. Pocas son las familias que pueden permitirse tener más de dos hijos, cuando en el siglo pasado era algo habitual.
El mercado laboral cada vez exige más movilidad y flexibilidad a los trabajadores, con lo que es habitual que las familias no vivan en el mismo núcleo urbano. Los mayores suelen ser los que tienen las de perder, más todavía cuando pierden a sus parejas. La sociedad debe involucrarse mucho más en el bienestar de los mayores, y aquí el voluntariado intergeneracional es clave para mejorar la vida de estas personas en situación de vulnerabilidad.
Cada vez hay más empresas que fomentan entre sus trabajadores programas de voluntariado intergeneracional, ya sea para acompañar en persona o vía telefónica, a personas mayores que viven solas, como para ayudarles con sus conocimientos a no descolgarse de la realidad y su irremediable digitalización. Y es que el verse incapaces de gestionar cosas cotidianas para la sociedad actual pero tan novedosas en sus vidas, también conlleva un gran sufrimiento en personas a las que las nuevas tecnologías les han arrollado como un tren.
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